En el mes del Día del Periodista y en la semana en que se realiza en La Rioja el encuentro anual del Círculo de Periodistas Turísticos de la República Argentina, es oportuna una reivindicación del «fam pres» como viaje laboral y ratificar que el periodista especializado en Turismo que viaja para informar sobre un lugar o una actividad no sale de turismo sino a cumplir con un viaje de trabajo.
Es bueno que esto lo sepan tanto los colegas que consideran que esta especialidad es un privilegio, como quienes lo ven de similar manera desde afuera de la profesión. También está trabajando el periodista de Espectáculos cuando va a la ópera o a un festival de rock; el de Deportes, durante un partido de fútbol u otra disciplina, o si va a las Olimpiadas o a la F1; el de Cultura, cuando se pasa horas leyendo un libro, a veces en sus ratos de descanso, y el de Política, cuando acompaña a un mandatario en una gira presidencial.
Hay ciertas actividades laborales sobre las cuales el imaginario popular creó un concepto equivocado y no las considera un trabajo -que como tal merece la consecuente retribución salarial- sino algo placentero por lo que casi estarían dispuestos a abonar una tarifa si tuvieran que desempeñarlas. Es el caso de azafatas, deportistas, catadores de vinos, degustadores de comidas y bailarines, entre otros.
Son actividades que quien las realiza las disfruta desde la posición de trabajador que consigue hacer lo que le gusta para vivir, pero para ello tuvo que hacer una elección y una preparación previa (que desde el principio requiere al menos un mínimo de sacrificio) y luego ganarse un espacio en el medio, por lo que no son una gracia sino quizás un logro, pero un trabajo al fin.
También disfruta, si eligió vivir de ello, una costurera, un pintor de brocha, un camionero y hasta algunos cartoneros han declarado a la prensa que no cambiarían esa tarea por ninguna otra en un ambiente cerrado o sin la sensación de libertad que esa actividad les genera.
En los viajes de prensa a lugares turísticos, llamados “fam press” o «press trip», los destinos son los mismos a los que muchos van para disfrutar vacaciones o fines de semana, pero la actividad es distinta y no deja el espacio para el ocio o el placer del que dispone el turista: Se cumplen horarios, se duerme poco, a veces se viaja apretado con otros colegas, no hay tiempo para disfrutar del paisaje ni del momento, sólo para unas fotos y anotaciones, no se lo comparte con seres queridos y muchas veces se comparten cuartos de hotel con desconocidos.
AGENDA DE UN DÍA AGITADO
Los responsables del fam organizan generalmente una agenda ajustadísima, que obliga al periodista a levantarse muy temprano, recorrer numerosos lugares y realizar diversas actividades, para llegar a la hora de la cena agotado, al punto que algunos se van a dormir sin cenar. Esto ocurre porque en el lugar de destino, ante la llegada de los periodistas, todo el que tiene algo para ofrecer al turista quiere hacerlo conocer a través de la prensa.
De esa forma, el programa de un día tipo, por ejemplo, en una comarca de montaña, puede ser el siguiente:
– Desayuno antes de las 7.
– Trayecto en combi (aproximadamente una hora).
– Trekking hasta ruinas arqueológicas en la cima de un cerro, con un rato para tomar fotos y notas.
– Descenso.
– Traslado por un bello camino de cornisa, en el que habrá sólo una parada de 10 minutos para tomar fotos en un mirador.
– Almuerzo, generalmente muy abundante y apetecible, pero del que la mitad quedará en el plato, ya sea por falta de tiempo o ante una actividad posterior en la que no es recomendable ir con el estómago lleno o somnolencia.
– Nuevo trayecto en combi.
– Rafting en un río de rápidos (la actividad que reclama estómagos vacíos).
– Visita a una granja o un viñedo típico.
– Visita a una reserva indígena y charla con sus jefes.
– Visita guiada a un museo, cerrado o de sitio.
– Regreso ya de noche al hotel para un baño y cambio de ropas.
– Cena en un buen restorán, donde habrá algunas autoridades locales conversando con los periodistas durante la comida; es decir, cena de trabajo que puede convertirse en virtual conferencia de prensa.
– Traslado al hotel (puede haber propuestas de los anfitriones o autoridades para ir a un casino, una whiskería o una discoteca, pero la mayoría estará agotada y declinará la oferta).
– Seis o siete horas para dormir. Al día siguiente habrá que levantarse temprano para una jornada similar o, en el peor de los casos, para trasladarse a un hotel de otra localidad en la cual habrá también mucho por conocer, antes de ir a un tercer destino en el mismo viaje.
Los que deban escribir y enviar sus notas o quienes tengan que seleccionar, editar y enviar fotos en el día, dispondrán de menos horas para dormir, lo mismo que quienes compartan habitación con otro que es sonámbulo, ronca, bruxa, sufre de insomnio u otro trastorno de sueño, o si debe de a ratos llamar a su familia o su empresa. Posiblemente no llamará desde el cuarto, sino del baño o el pasillo (especialmente si llama por cuestiones personales privadas) pero saldrá y entrará varias veces en la noche, y ni uno ni otro gozarán a pleno del sueño reparador.
Los servicios que brindan a la prensa son generalmente de calidad, dentro de lo que puede ofrecer el destino -no es lo mismo un gran centro turístico que una pequeña aldea-, igual que la atención. Las comidas son buenas y abundantes, también las bebidas, y los cuartos confortables. Cuando se debe dormir en carpa en la alta montaña, con nevadas, vientos o apunamiento, es otra cosa, lo mismo que si se pernocta en cabañas improvisadas en la húmeda selva tropical, con 40 grados a la noche, nubes de mosquitos y otros insectos merodeando en derredor.
TODA ESPECIALIZACIÓN ES DIGNA
No es un castigo viajar para escribir de turismo. Hay coberturas que son más difíciles y riesgosas, como las de inundaciones, terremotos u otras catástrofes naturales, golpes de estado, conflictos sociales y guerras (de hecho, quien escribe estas líneas ha efectuado precisamente todas estas coberturas mencionadas, entre otras, durante muchos años antes de dedicarse a Turismo), pero ningún enviado especial, ni siquiera el corresponsal de guerra, se queja llegado el momento, ya que siempre tiene la opción de negarse (aunque en ese caso debería ir pensando en cambiar de profesión). Todos cumplen con su trabajo, corren riesgos, peripecias, se cuidan y disfrutan el placer de hacer lo que se desea, y hacerlo bien; también el especializado en Turismo.
CUANDO EL MAL ESTÁ EN LAS REDACCIONES
En las redacciones, todos quieren el viaje de favor para tomarse un fin de semana de descanso o hasta para utilizarlo como vacaciones, pero pocos son los que se incorporan al área de Turismo y puede efectivamente concretar ese supuesto sueño de realizar viajes frecuentes en el marco del trabajo.
Como editor de Turismo de un medio periodístico de alcance nacional, quien esto escribe puede referir casos de personas que llegado ese momento descubren que no pueden viajar porque tienen niños en edad escolar, un familiar mayor postrado o un cónyuge celoso que no admite tantas noches de ausencia. Otros se acuerdan entonces que sufren de vértigo, que los trayectos en coche por caminos de ripio o las cabalgatas le afectan la columna, que requieren una alimentación especial o tienen pánico a los aviones. Y hasta está el caso de una reconocida periodista y editora que no viaja en avión porque se niega a estar más de una hora sin fumar.
Quizás uno de los peores daños al periodismo especializado en turismo lo causan los propios jefes de redacción o directores de medios que consideran estos viajes como unas vacaciones extras y lo administran como un premio. En la mayor agencia de noticias argentina, la Gerencia de Periodismo reclama a Turismo que dos de las invitaciones que recibe por mes para ir a fam press sean «donadas» para otorgarlas en calidad de premio a periodistas de otras secciones (aunque no ocurre lo mismo con otras secciones que también realizan atractivos viajes, caso Deportes o Espectáculos); los beneficiarios serían, en el mayor de los casos, amigos de la redacción y gente que merece un aumento salarial y no lo ha recibido.
No es el único caso de un medio en el que una invitación que llega de buena fe, para ir a trabajar, es utilizada como botín para repartir entre amigos o «vasallos». Esto denigra profesionalmente a la especialización Turismo y termina por malograr la relación con los anfitriones, ya que éstos invierten mucho para los fam press (en aéreos, alojamiento, comidas, comunicaciones, traslados internos, guías y toda la logística) y quieren ver resultados, que generalmente el «colado» no puede ni le interesa generar, porque no va a trabajar sino de paseo.
Hay casos típicos, como el de una editora de agencia que distribuía las invitaciones como recompensa a sus allegados, porque trabajaban bien, porque le eran fieles, porque se merecían unas vacaciones o para compensar feriados trabajados, y hasta entregó una a su hija porque el tema le era útil para sus estudios de antropología. Un jefe de redacción de una revista las utilizaba como forma de pago para pasantes que hacían sus primeras armas en el periodismo y no recibían remuneración alguna por su trabajo, y están quienes las utilizan para comprar voluntades o hasta como elemento de seducción.
En los fam, tanto anfitriones como cronistas especializados descubren pronto cuando va gente que no es periodista o que no sabe de turismo y tampoco le interesa, porque ni siquiera va a escribir sobre el destino, por ser de otras secciones -Policiales, Deportes, Gremiales- y recibió el viaje por cualquiera de los motivos antes mencionados. Al ser el viaje un premio, esa persona está liberada de la contraprestación de escribir sobre el mismo (es decir, de trabajar), con lo cual el medio invitado queda muy mal parado ante los anfitriones.
Ese supuesto periodista de turismo colaborará también con la distorsión de la imagen de esta actividad, ya que durante el fam no asumirá compromiso alguno y, al considerar que está en un viaje de placer, irá sólo a los circuitos que le interesan en lo personal, faltará a entrevistas y conferencias de prensa -o en ellas hará preguntas absurdas y dirá perogrulladas-, descansará cuando esté cansado, tendrá tiempo para disfrutar de la pileta o el spa del hotel, salir de noche a divertirse y dormir durante los traslados. Luego, en la redacción y el barrio, se jactará de esta experiencia y así fomentará el mito del placer remunerado de los periodistas de Turismo.
LO MEJOR SON LAS VACACIONES
También el periodista especializado en Turismo -que por trabajo viaja con frecuencia a lugares de descanso, entretenimiento, aventura o experiencias límites, a los que el común de la gente va una sola vez al año-, como todo trabajador espera la llegada de sus vacaciones para ir a uno de esos sitios, pero no a trabajar sino a disfrutarlo, solo o con quien él desee compartirlo.
Así podrá quedarse dos horas contemplando el correr de un río, aguardar el tiempo necesario para que se pose un pájaro al que quiere fotografiar, tirarse a nadar en un lago, subir y bajar en esquíes un cerro decenas de veces pagando su acceso, hacer un fogón y preparar su propia comida en un camping o contemplar las estrellas hasta que lo venza el sueño y, sobre todo, darse el gusto de dormir cuantas horas el cuerpo le pida, que para eso están las vacaciones.- (CSM)
Gustavo Espeche ©rtiz
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