Con una amplia sonrisa de dientes afilados y punzantes, un tiranotitán chubutensis se inclina hasta la altura de los humanos para dar la bienvenida a los visitantes en el hall del Museo Paleontológico de Trelew. Detrás se yergue el resto del gigantesco esqueleto en tamaño natural, de unos 12 metros de largo por 5 de alto, con los huesos del tronco que parecen la columnata en arco de alguna antigua construcción digna de un sitio arqueológico.
El hocico parece invitar a seguir el camino que señala, hacia una puerta tras la cual, distribuidas en cuatro salas esperan centenares de piezas de colección y otros 30 dinosaurios, en un espacio que es único en Sudamérica: El Museo Egidio Feruglio (MEF), tal su nombre oficial. Éstas son sólo parte de las 23 mil piezas y réplicas que posee esta institución de Chubut, resultado de un arduo trabajo de especialistas en la recuperación del campo, clasificación y preparación en laboratorio para garantizar su preservación, antes de exponerlas al público.
La colección del MEF cumple con normas internacionales para el cuidado del patrimonio fósil de la Patagonia y alberga una de las más modernas y completas colecciones paleontológicas de Sudamérica, además de piezas y replicas traídas de otras regiones. Debido al cumplimiento de esas normas que garantizan su preservación y resguardo, las piezas pueden ser estudiadas por especialistas y también disfrutadas por el público en general y las futuras generaciones.
HACIA ATRÁS
Es un circuito en el que se avanza hacia atrás. Comienza con figuras de un primitivo grupo humano en lo que podrían ser los aleros de la famosa Cueva de las Manos del río Pinturas -Santa Cruz- y sigue en sentido opuesto a la línea del tiempo hasta llegar a los orígenes de la vida en la Tierra, algo que pudo haber ocurrido en un impreciso momento varios miles de millones de años antes de la existencia del hombre. De esa manera, en sus cuatro salas que representan sendas eras geológicas, se empieza por la más cercana, la cenozoica, y luego se pasa a la mesozoica, la paleozoica y la precámbrica (en el microcine).
El museo cuenta con guías bilingües de castellano combinado con francés, inglés, italiano o portugués, pero el visitante también puede elegir el sistema autoguiado, con precisa cartelería explicativa en español e inglés, acompañada de gráficos y dibujos.
CENOZOICO
En el inicio, donde está el espacio del holoceno, se encuentran las únicas figuras de seres no extinguidos: el mencionado grupo humano vestido con pieles, que con raspadores trabaja en cueros de animales, con el fondo de un paisaje patagónico. Luego vendrán los animales nunca vistos vivos por los visitantes, y de ellos muchos que jamás fueron vistos con vida por ningún hombre, ya que son anteriores a la existencia humana en la Tierra.
El primer tramo del recorrido transcurre entre antepasados del caballo, como el hippidion, similar a los actuales equinos pero mucho más pequeño; toxodontes, que eran hipopótamos y rinocerontes sudamericanos; el gliptodonte, que es el peludo más viejo conocido, y el impresionante tigre dientes de sable (del sur de Brasil), que vivieron entre hace 10 mil años y 2,5 millones. De la misma era, aunque anterior a éstos -en el oligoceno- se exhibe una réplica del Fororraco, un ave de dos metros de altura que pesaba casi 300 kilogramos.
La colección total del museo suma unas 23 mil piezas, lo que es un numero importante para un museo joven y comparativamente pequeño, aunque como ocurre en la mayoría de los museos, sólo se exhibe una fracción muy pequeña de los originales, que las autoridades estiman en menos del 1 por ciento. Entre las piezas en exhibición para el público hay tanto fósiles originales como réplicas.
No obstante, el diseño, la ambientación y la calidad de armado de las piezas y réplicas constituyen un importante aporte de conocimientos y logran captar la atención de los niños, cuya conducta es llamativa en este paseo ideal para toda la familia, ya que mantienen silencio ante las explicaciones de los guías y arriman sus grandes ojos extasiados a las vidrieras. La cartelería indica, por ejemplo, que el gliptodonte y el toxodón habitaron en la actual provincia de Buenos Aires, por lo que algunos chicos que viven en esa zona preguntan asombrados si es el mismo lugar donde se encuentran sus casas.
MESOZOICO
De todos modos, el pico de atención de los más pequeños -y también de muchos adultos- se da al entrar en la sala de la Era Mesozoica, que es en la que surgieron y desaparecieron los dinosaurios, de los cuales el museo cuenta con varias réplicas erguidas y piezas originales tendidas sobre el suelo. Algunos chicos parecen confundidos cuando se les explica que las escenas de supervivencia humana entre esas bestias que muestra el cine jamás ocurrieron, ya que el hombre nunca convivió con los dinosaurios.
La Patagonia es uno de los lugares más ricos del mundo en cuanto a restos de estos animales, y el museo cuenta con “16 dinosaurios distintos: 12 esqueletos en posición de vida, un dinosaurio exhibido en forma parcial (fósiles aislados) y tres como modelos ‘con piel’”, señaló el coordinador de Extensión y Programas Educativos del MEF, Pedro Saizar.
En la sala del mesozoico, el museo exhibe -además de datos en cartelería- réplicas en tamaño real de las gasparinosauros o “dinosaurios de bolsillo”, que no superaban los 50 centímetros y cuyos esqueletos tienen un aspecto gallináceo, que lleva a preguntarse si es ésa la evolución que tuvieron.
Otras especies llamativas de esa era son el carnotaurus, o Rey de la Patagonia, un carnívoro que era el único que poseía un par de cuernos óseos en la frente, y el herbívoro amargasaurus, con su esqueleto en cresta, que en realidad eran las espinas neurales bifurcadas de las vértebras del cuello.
También está presente -aunque sólo en cartelería- el espectacular Argentinosaurus, que con sus 35 metros de largo y sus 100 toneladas fue el ser más pesado conocido que habitó la Tierra, y en el MEF lo presentan como el Rey de los Gigantes.
Como fondo a las explicaciones de los guía se oyen sonidos ambientales correspondientes a las piezas en exhibición. Bajo luces tenues de tonos amarillentos y con un decorado acorde a la era geológica que se transita, se emiten tanto sonidos de animales como de la naturaleza que los albergaba.
PALEOZOICO
De la inmensidad de los dinosaurios se pasa a ver restos o réplicas de animales más pequeños y menos llamativos, al entrar a la Era Paleozoica, una etapa de tránsito en la que la vida dejó su exclusivo espacio marino y salió a la tierra y fue el período de la transición de invertebrados a vertebrados.
Pese a la importancia que tuvo esa transición para que la vida evolucionase hasta ser como hoy la conocemos, las vitrinas con muestras de medusas, gusanos, moluscos, caracoles y corales resultan menos espectaculares que los gigantes del mesozoico. Quizás lo más impresionante de esta sala es el laparapuzosia: el amonite gigante más grande conocido, con un diámetro de 1,70 metro. Este ser, que evolucionó hasta el mesozoico, puede verse en tamaño y forma naturales mediante una réplica traída de Alemania, donde se encuentra el original.
Más pequeñas aún que las del paleozoico son las muestras de la Era Precámbrica, la más extensa y de orígenes imprecisos. Las vitrinas muestran restos de estromatolitos, que no son animales sino minerales: montículos formados por láminas de roca que contienen grandes cantidades de fósiles primitivos y los restos más antiguos de seres vivos en el planeta, en forma microbiana.Se trata de las más pequeñas y primarias formas de vida que surgieron en las aguas, guardadas en restos de lecho marino en varias vitrinas, algunos hallados hasta en Jujuy, provincia andina y de altura que también fue fondo de mar.
PRECÁMBRICO
La Era Precámbrica está en realidad expuesta en vídeos que se proyectan con intervalos de cinco minutos en el microcine. Donde las animaciones y el audio se refieren a los primeros organismos vivos, moléculas de ADN y ARN y unicelulares, y se remonta hasta el momento del Big Bang que dio origen al Universo.
La exhibición se completa en el primer piso con esqueletos de animales marinos actuales, aún no fosilizados, muchos de ellos colgantes como en vuelo, por lo que antes de leer la cartelería algún descuidado puede pensar que se trata de esqueletos de aves prehistóricas.
Si bien la parte más conocida del MEF es esta exposición permanente, el museo destina unos 1.000 metros cuadrados de los 2.600 de su superficie a gabinetes de investigación, talleres y espacio administrativo.
TAREAS PARALELAS
Entre otras actividades, el museo organiza para los chicos la llamada “Exploradores en pijamas”, que permite realizar actividades didácticas nocturnas para niños, quienes luego pueden dormir junto a dinosaurios u otros animales. También para los chicos está el “Paleodesafío”, que es un concurso de conocimientos sobre el tema destinado a escuelas de la región.
El museo desarrolla la mundialmente conocida muestra itinerante “Dinosaurios de la Patagonia”, que recorre Europa desde hace varios años, donde visitó países como España, Portugal, Alemania, República Checa y Rumania, también llevada a Brasil.
El MEF opera además el Geoparque Bryn Gwyn (en galés “Loma Blanca”), una reserva natural sobre una barda del valle del Chubut cercana a Gaiman y a unos 25 kilómetros de Trelew, que funciona como museo de sitio, donde se muestran fósiles parcialmente expuestos en recorridos guiados. Ese paseo, que también se puede hacer en salidas nocturnas, expone muestras de los cambios climáticos y geológicos de la Patagonia en los últimos 40 millones de años.- (CsM)
Gustavo Espeche ©rtiz
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