Casablanca AlmaMía, la mítica tanguería del barrio porteño de San Telmo, reabre sus puertos tras una pausa de casi 20 años con una propuesta de espectáculos de tango destinados al turismo, con cenas show, tragos y un importante elenco de bailarines de escenario, orquesta y cantantes. El local se encuentra en el Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, en el 668 de la adoquinada calle Balcarce.
Antes de la apertura al público en general, Casablanca ofreció una función para la prensa y profesionales del turismo y otra para los tangueros de la milonga Sueño Porteño que organiza Julia Doynell todos los miércoles en el mismo salón. CsM fue invitado a los dos eventos, donde en cada función cuatro parejas de bailarines, una orquesta y dos cantantes desplegaron lo mejor de su arte, complementado con gran calidad de sonido e iluminación y un catering de alto nivel.
En el preámbulo al show tanguero, el pianista cubano Luis Lugo ofrece un repertorio a pedido del público en el tradicional piano blanco de Casablanca, que recuerda al de la película del mismo nombre ambientada en esa ciudad del África del Norte. Luego se apagan las luces y la música porteña comienza con la orquesta dirigida por el pianista Ariel Rodríguez, un cuarteto también integrado por Adrián Speziale en el contrabajo, Javier Weintraub en violín y el bandoneón a cargo de Matías Rubino.
La música se combina luego con las voces de Paula Castignola y Ariel Altieri y el arte de la danza de las parejas conformadas por Débora Agudo y Alejandro Andrian, Daniela Bravo y Lucas Guevara, Nuria Lazo y Federico Ibáñez y Florencia Méndez y Pedro Zamin.
Con la entretenida, romántica y acrobática dinámica del tango escenario para turistas, las parejas bailan en forma individual, de a dos, de a tres y todas juntas; con atuendos arrabaleros de época para las milongas, glamorosos trajes en los valses y provocativos diseños para los tangos más románticos en las damas, combinados con peinados y maquillajes que colmaban de sensualidad y seducción el escenario, en caminatas, giros, saltos y pausas.
El espectáculo, dirigido por la coreógrafa Agudo y el cantor Altieri, en una acertada combinación del numeroso y variado repertorio, con temas instrumentales, otros sólo cantados y algunos acompañados por baile, alterna tangos, valses y milongas con algún otro ritmo, como un bolero que se cuela pero encaja perfectamente en la propuesta.
También hay espacio para el icónico «No llores por mi, Argentina«, de la ópera Evita, interpretado en castellano por una Castignola caracterizada como la protagonista de la obra. Parte del tema lo canta en el escenario y otra desde la altura de un balcón aledaño frente a micrófonos antiguos estilo cadena nacional, en una imagen que recuerda las de Eva Duarte de Perón dirigiéndose a los argentinos.
El show se extiende durante unos ochenta minutos, un tiempo mayor al de la mayoría de los espectáculos de tanguerías, pero no resulta tedioso. La sucesión de presentaciones, siempre aplaudidas, con las pausas necesarias pero sin un entreacto, hace que el tiempo corra sin que el público lo note y pronto se sorprende cuando se anuncia la despedida con todo el elenco en el escenario, al ritmo de la orquesta desde otro balcón en un lateral.
Junto a Casablanca, en la esquina de Balcarce con la también adoquinada Chile, se encuentra el reconocido Café Mollière, devenido en restorán y a cargo de la gastronomía que acompaña el espectáculo. Los responsables de ambos locales anunciaron que en conjunto también ofrecerán a los turistas la opción de combinar el show con un asado en la terraza del local gastronómico o un menú a la carta.
HISTORIA
Casablanca fue una mítica tanguería porteña de la década del 60, cuyas paredes guardan anécdotas y secretos de las más grandes figuras de la época, como Virginia Luque, Susana Rinaldi, Enrique Dumas, Jorge Sobral, María Graña, Hugo Marcel y Néstor Fabián. Por su escenario también pasaron las orquestas de Leopoldo Federico, Raúl Garelo y Sexteto Mayor; solistas como Jaime Torres y gente que hizo historia en el baile, entre ellos Carlos Copes y María Nieves, El Chúcaro y Norma Viola y el Ballet Brandsen.
Tras permanecer cerrada por dos décadas, Casablanca retorna de la mano de su propietaria, Liliana Carcavallo, quien tiene una vínculación casi genética con el arte y el espectáculo, ya que es sobrina nieta de Pascual Carcavallo, empresario y fundador del Teatro Alvear, en 1942. Ella recuerda que allí la llevaba muy seguido su padre, quien la despertaba todas las mañanas con tango y folclore.
Entre otras anécdotas y recuerdos, Carcavallo cuenta que jugaba entre bambalinas con el hijo de Mariano Mores y afirma que Enrique Santos Discépolo escribió algunos de sus sainetes y las letras de varios de sus tangos en una estancia que era de su tío abuelo, a donde iba en busca de inspiración.
Casi al mismo tiempo que cerró Casablanca, su actual propietaria –abogada educada en un colegio inglés- comenzaba a bailar tango y a frecuentar milongas. Así volvió a abrazar sus raíces, los recuerdos de familia y el amor por la danza porteña. Ahora está empeñada en devolverle a la tanguería su brillo y convertirla en la de mayor encanto de la Ciudad de Buenos Aires, con funciones los viernes, sábado y domingo a las 21.
La productora y directora general del espectáculo aseguró que “hoy, y gracias al esfuerzo y el compromiso de todo un equipo de profesionales que confiaron en el proyecto, podemos decir que tenemos un show de tango de altísimo nivel”.- (CsM)
Por Gustavo Espeche ©rtiz