Cronicas del Sur

Chernobyl a vuelo de pájaro: Un tour al lugar más contaminado del planeta.

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Por Tomás Bitocchi*

(Periodista invitado)

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Al norte de Kiev, capital de Ucrania, está la Zona de Exclusión, popularmente conocida como Chernobyl. El lugar se hizo famoso por una central de energía nuclear que, debido a un accidente, estalló en 1986 y generó una nube radioactiva que se extendió hasta Europa Occidental. La cifra de muertos es inexacta, pero algunos calculan decenas de miles, teniendo en cuenta a los que trabajaron para detener la fuga y a los habitantes de las zonas afectadas.
Apenas ocurrido el accidente, se estableció un área de evacuación, de donde se obligó a todos los habitantes a desalojar de inmediato y permanentemente. Esto generó que unas cuantas ciudades y aldeas quedaran detenidas en aquel día, puesto que no hubo aviso previo. El área de evacuación recibiría el nombre de “Zona de exclusión”.
Si bien la central energética está ubicada cerca de la ciudad de Prípiat, y su nombre oficial es “Memorial Vladimir Illich Lenin”, le quedó el mote de “Chernobyl” (según la guía del tour) por la ciudad homónima ubicada en los límites de la Zona de Exclusión, que todavía funciona como centro administrativo de la planta.
Tras hora, hora y media de viajar desde Kiev, se nota que la ruta empieza a tener cada vez peor estado, y que los autos desaparecen por completo de la escena. Casi de casualidad, se ve entonces un cartel medio escondido entre los árboles. La señal es vieja, pero clara: “Chernobyl”. Llegamos.
El control policial fue breve, y enseguida avanzamos por la calle, desierta y adornada por árboles en clave otoñal. Frenamos un momento para ver unos caballos muy raros de encontrar en el mundo, y luego seguimos la marcha.

«Seguimos camino hasta Kopachi, una aldea que, debido a su altísimo grado de contaminación, tuvo que ser sepultada bajo tierra»

La guía nos iba contando la historia sobre cada punto que íbamos a visitar y nos adelantó que la ciudad de Chernobyl sería la primera parada. Así fue, y no hay nada para ver realmente ahí.

Hoy en día sigue siendo el centro administrativo de la planta que estallara en 1986 y, poco a poco, la van a adaptando para ir llevando más gente a trabajar, o a vivir. La radiación ahí es baja, y el contador que nos dieron para medirla no suena. Los cuervos dan vueltas por los jardines.

KOPACHI, LA ALDEA ENTERRADA

Así, seguimos camino hasta Kopachi, una aldea que, debido a su altísimo grado de contaminación, tuvo que ser sepultada bajo tierra.

«…el contador de radiación suena frenéticamente. Los niveles se multiplican por 30.»

Entramos a un jardín de niños y, por momentos, el contador de radiación suena frenéticamente. Los niveles se multiplican por 30 y a algunos el celular les empieza a fallar. La guía dice que lo de los celulares no tiene nada que ver, pero yo también noté que el mío entró a delirar.
Después de unas vueltas por Kopachi y otra aldea que estaba más entera, seguimos hasta la oscura Prípiat, una ciudad típicamente soviética, sobre la que pesan cientos de rumores de actividad paranormal.

PRÍPIAT, LA CIUDAD MUERTA

Continuamos sobre la ruta y finalmente entramos a la urbe, tras la bienvenida de unos policías. Ahora los contadores de radiación suenan constantemente, y no dejarán de hacerlo en ningún momento. Con 1°C de temperatura, nos adentramos en las avenidas soviéticas.

«Caminar por Prípiat es como dar vueltas adentro de un ataúd.»

Bajamos de la combi y nos metimos en una de las calles, completamente rodeada por árboles. Entre sus ramas, se distinguen las siluetas de edificios derruidos por el tiempo y el desastre nuclear. No corre el viento y no hay sonido. Los cuervos desaparecieron.
La ciudad está muerta, y así se siente incluso al recorrerla a pie. Caminar por Prípiat es como dar vueltas adentro de un ataúd: No se oye otro sonido que no sea el de tus pasos y tu respiración. Casi todos los inmensos edificios se presentan ante uno de repente, como quien no ve a un gigante venir de frente… Parece que, con el correr de los años, la naturaleza va retomando su terreno, y esconde los mamotretos de hormigón entre sus ramas. Cada tanto, se ven plantas que destruyeron las construcciones.
Todo adentro de los edificios da la impresión de haber sido dejado por alguien que dijo “Ya vuelvo”, pero nunca regresó. En el supermercado, por caso, los changuitos quedaron en medio de los pasillos. Hubo personas que, ofuscadas por la evacuación, intentaron volver a la Zona de Exclusión. Todas murieron.
La guía nos hace dar unas cuantas vueltas por las calles y dentro de los edificios y, tras algunas horas como peatones, regresamos a la combi. Si bien estuvimos ahí un buen rato, apenas vimos el 10% de la urbe que, en 1970, fundó la URSS para potenciarla como “ciudad modelo” del estilo de vida soviético.
Desde allí nos dirigimos a la planta nuclear (antes, paramos para almorzar) sellada para evitar fugas, y luego a una zona secreta ubicada a varios kilómetros al oeste, donde se encuentra un radar de proporciones bíblicas, construido para controlar todas las actividades aéreas llevadas a cabo en el hemisferio norte. Hoy está en desuso, pero su tamaño impresiona muchísimo. Uno de tantos experimentos de aquel imperio comunista.
Ya terminando la jornada, abandonamos el radar, y emprendemos el camino de regreso, deteniéndonos en un par de monumentos.
La Zona de Exclusión es el lugar más contaminado del mundo (según nos explicó la guía), y sin dudas debe ser también uno de los más raros: Aldeas enterradas, ciudades vacías, naturaleza radioactiva, y una planta nuclear que puede volver a volar en pedazos en cualquier momento si alguien falla o se descuida.
Independientemente del riesgo de una nueva explosión (que podría borrar a la mitad de Europa del mapa), hay algo en lo que todos coincidimos, y es que en Prípiat nada cierra… No hubo uno que no se quedara con ganas de ver más, o de querer volver, para explorar esa ciudad tan extraña. La sensación ahí es una mezcla entre curiosidad e incomodidad, porque se siente que algo no anda bien pero, al mismo tiempo, también un impulso irrefrenable por averiguar qué pasa.
Y sí, habrá que volver.-

Tomás Bitocchi para CSM

(Derechos reservados)

* Tomás Bitocchi

Periodista independiente. Actualmente en un extenso viaje por Europa Occidental y del Este, los Balcanes y países de la masa Euroasiática.

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