Cronicas del Sur

Esteros del Iberá: un paseo por arroyos, pantanos e islas flotantes en el mayor humedal argentino

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Caminatas por pastizales y juncales con el agua sobre los tobillos, paseos en lancha entre islas flotantes habitadas por fauna autóctona, observación de aves y traslado en canoa-trineo tirada por caballos son los principales componentes de un circuito de naturaleza en los Esteros del Iberá, en Corrientes, para quienes ingresan por el Portal Carambola. También pueden disfrutar de mate cocido y tortas fritas en un refugio tradicional, además apto para pernoctar.

A primera vista, se trata de una inmensidad cubierta de verde, pero en realidad es el agua el que todo lo domina, aún donde no se la ve a nivel superficial. Hay poca tierra firme y muchos «embalsados», o islas flotantes que albergan familias de carpinchos, solitarios ciervos de los pantanos y numerosos yacarés overos, entre otras especies del lugar.

Esta experiencia de contacto directo con la naturaleza y la cultura local, de la mano de guías expertos y menchos -gauchos correntinos- es una de las opciones para los turistas que entran por el acceso mencionado, que es el más occidental de esta reserva natural, vecino a la localidad de Concepción del Yaguareté Corá.

El agua está presente en arroyos, ríos y lagunas u oculta entre la vegetación, con suficiente profundidad para navegar  con motor, apta para andar a caballo o de pocos centímetros, como hacer senderismo sin mojarse más de los tobillos. Los Esteros son el mayor humedal de Argentina, con unas 750.000 hectáreas que conforman los parques Nacional y Provincial Iberá, que ocupan en gran medida tierras donadas por la Fundación Rewilding Argentina (ex Conservation Land & Trust) con ese fin, y que aún conserva 25.000 hectáreas que serán incorporadas a la parte federal del humedal (I).

EXCURSIÓN

El paseo comienza con una caminata desde el cámping Carambolita -que cuenta con quinchos y parrillas de uso gratuito y se puede pernoctar sin cargo- y se extiende 1,5 kilómetro hasta Puerto Juli Cué, donde se aborda la primera lancha. El tramo a pie es sobrevolado por la avifauna típica, con grandes zancudos, como garzas y cigueñas, además de patos biguá, chajás, jacanas, cuervillos y caranchos, junto a pájaros pequeños y ágiles, entre ellos martín pescador, pecho amarillo, carpinteros, teros comunes y reales y lavanderas, que ante el ruido de los pasos o las voces surgen de a uno o en bandadas de entre la vegetación.

Una pasarela de madera de unos 200 metros, sobre un amplio pastizal de largos tallos bajo el cual hay más de un metro de agua, comunica la tierra firme del cámping con el terraplén que lleva al embarcadero. El trayecto en lancha por el arroyo Carambola es compartido con turistas y pescadores en kayaks y canoas mientras en los embalsados se pueden ver de cerca algunos mamíferos, como carpinchos, y a la distancia a los ciervos de los pantanos y los recientemente recuperados y liberados pecaríes de collar (II), también llamados chanchos de gargantilla o del monte.

Desde Puerto Juli Cué se recorre el arroyo Carambola, por el que sólo pueden navegar quienes practican canotaje o pescadores con motores de hasta 40 hp. En este caso, el guía de la Fundación que acompañó a CsM fue Alfredo, alias «Keneke«, quien explicó que además de las limitaciones mencionadas se controla que la navegación en ese curso de agua no altere el ambiente natural.

Este circuito turístico acuático se desarrolla en jurisdicción del Parque Provincial Iberá (III) y en una zona terrestre que lo bordea, administrada aún por Rewilding Argentina, anfitriona de esta visita de CsM y que trabaja en esas tierras para donarlas al Parque Nacional cuando termine el proceso de renaturalización y su puesta en valor  turístico y ambiental. 

La lancha avanza con suavidad y se acerca a los embalsados, donde pájaros de variados colores saltan entre juncos, pajas coloradas y camalotes, en tanto los yacarés duermen al sol u observan desde los charcos con sólo sus ojos asomando en la superficie. 

Keneke recomienda a avistadores de aves y fotógrafos de fauna mantener el máximo silencio para no espantar a las presas de la caza fotográfica. Para ello, a veces detiene el motor y mueve la lancha con la «pala» -una larguísima tacuara bambú de unos tres metros-, al empujarla contra el fondo, como es tradicional en la zona.

Al desembarcar sobre un margen del arroyo pide que los viajeros se descalcen o utilicen calzado sumergible, porque allí comienza el trekking húmedo, de varios cientos de metros con el agua hasta la pantorrilla por un pequeño surco desmalezado entre los pajonales. El fondo de arena o fino lodo es muy suave, lo mismo que la tierna vegetación que no molesta a quienes deciden ir «en patas», como los lugareños, por el contrario parecen brindar una suave caricia relajante.

Para tranquilidad de los visitantes, el guía aclara que allí no entran los yacarés, y que si lo hicieran no hay peligro alguno porque pese a su aspecto intimidante huyen ante la presencia de humanos. El agua transparente permite ver en el fondo las huellas de mamíferos o aves zancudas que caminaron recientemente por el lugar.

ANOCHECER

La caminata culmina en el refugio Lechuza Cuá, donde un enorme timbó de más de diez metros de alto se eleva sobre la vegetación baja y arbustiva y unas pocas construcciones: una habitación para dormir sobre catres, una cocina y un «baño seco», en el que los desechos orgánicos se procesan con aserrín del lugar. Todo está construido al estilo tradicional, con bloques de juncos secos prensados para las paredes y paja colorada en los techos, tirantes de madera del lugar y tacuaras guazú, con pisos de tierra apisonada.

Bajo el alero, el gaucho Juan amasa la harina para el chipa cuerito (un tipo de torta frita) y el mencho Mingo, que se expresa casi siempre en guaraní, las fríe, para ofrecerlas a los visitantes con mate cocido. La sabrosa merienda tiene lugar bajo el timbó cuando el sol ya comienza a declinar y todo se vuelve amarillento, salvo el cielo que se torna rojizo. 

Luego llevan a los turistas por el bañado hasta un punto llamado Puesto Felipe, donde comienza el traslado en «canoas trineo» tiradas por caballos, en medio del bullicio de los pájaros que cantan a la oración, mientras el cielo se desangra en el horizonte. En ese crepúsculo, los jinetes parecen sombras que se recortan sobre el poniente y los botes se deslizan suavemente bajo un enjambre de mosquitos que a veces se vuelve nube zumbadora y justifica la recomendación de llevar repelente.

Consultado sobre el esfuerzo del animal, Juan aclaró que es mucho menos que lo que se les exige en cualquier estancia en los trabajos rurales y que gastan muy poco de su energía en estos paseos. En algunos tramos más profundos los caballos flotan y por momentos avanzan casi a nado, y cuando el agua es baja los gauchos empujan los botes con las tacuara guazú, a las cuales agregan una horqueta en una punta para que no resbale ni se entierre en el fondo.

El paseo termina ya en noche cerrada, en un punto que sólo los gauchos pueden ubicar y comienza una breve caminata en la que se distinguen grandes sombras de copas de árboles contra la claridad del cielo estrellado. Pronto surge un tenue resplandor entre la baja vegetación y se oyen ruidos domésticos y voces que indican que se está al final del recorrido, que es al punto de partida en el cámping.- (CsM)

Por Gustavo Espeche ©rtiz
Derechos Reservados
(I) Ver en este portal «En el Día de los Parques Nacionales, la APN tomó posesión de tierras en el Iberá«, del 07-11-2016: https://cronicasdelsur.com/dia-parques-nacionales-ibera-apn/
Pecarí(II) Ver en este portal «Pecaríes liberados en Iberá se adaptan al ambiente silvestre«, del 13-12-2015: https://cronicasdelsur.com/pecaries-ibera/
(III) Ver en este portal «El Parque Provincial Iberá suma 40.000 hectáreas gracias a una donación de Rewilding Argentina«, del 03-11-2021: https://cronicasdelsur.com/ibera-suma-40-000-hectareas-donacion-rewilding-argentina/
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