Entrevista a Esteban Dussart (*)
Los incendios forestales que quemaron más de 1.100.000 hectáreas (11.000 km2) pampeanas y destruyeron buena parte de lo que queda del caldenal nativo pudieron haber sido controlados, si las causas fueron naturales, o evitados si los originó la mano del hombre, según el biólogo Esteban Dussart, profesor en la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa.
Este conocedor del caldenal pampeano, con maestría en ciencias biológicas de universidades de Bélgica y Canadá y una especialización en Manejo y Conservación de Bosques Nativos de varios países, entre otros grados, aseguró en diálogo con CSM que el problema es que no existe un plan de manejo concreto y racional del bosque nativo, que combine su funcionamiento ecológico con su realidad socioeconómica, a lo que se suma el desmantelamiento del sistema de lucha contra el fuego en la provincia; también aclaró que si bien este año las condiciones atmosféricas eran de alta peligrosidad, en este caso no se puede adjudicar el origen al cambio climático.
CSM: ¿los fuegos de este año fueron causados por la naturaleza o por el hombre, ya sea en forma intencional o por descuidos?
ED: El problema de las dimensiones catastróficas del fuego este año no parece haber sido la causalidad de encendido, sino la lucha contra los mismos. Se dio la circunstancia de que este verano el sistema de detección temprana y lucha contra el fuego, que venía funcionando en forma bastante contundente desde más de una década en La Pampa, fue desbaratado.
No tengo claras las estadísticas de los orígenes de los fuegos. Se habla de un 50% de causas iniciales naturales (rayos), 25% humanas y el resto desconocidas, lo cual no se apartaría de lo registrado en años anteriores. Podemos sospechar que serían mitad naturales y mitad humanas, pero no creo que sea muy útil en este caso buscar “culpables incendiarios”. La realidad es que este ecosistema se ha tornado extremadamente conductivo a las llamas por la predominancia de bosques y fachinales bajos y cerrados en el paisaje desde varias décadas. Por otro lado, algunos productores, aconsejados inclusive por profesionales o académicos de pocas luces, se pueden ver tentados de “prender un fueguito” para favorecer el rebrote de pastos secos en pleno verano.
Las condiciones climáticas de este año eran amenazantes aunque tampoco es una rareza de muerte de obispo que la primavera sea húmeda y el verano tórrido, muy cálido y con tormentas eléctricas, por aquí. Por lo tanto, invocar el cambio climático es cómodo pero de muy endebles bases científicas. Era absolutamente necesario estar muy alerta en cuanto al peligro de fuego, como siempre, y quizás algo más este año. Y en los niveles políticos-legales-administrativos correspondientes, se obvió este detalle.
CSM: ¿Qué se puede decir de los efectos ambientales?
ED: Se trata de fuegos de verano, de altísima temperatura que han calcinado el suelo y consumido totalmente la biomasa aérea viva, es decir pastizales y vegetación leñosa, además de la infraestructura productiva y de los animales domésticos o silvestres que no pudieron escapar. El efecto ambiental fundamental para mí es la degradación de los bosques nativos que estructuran este ecosistema. Los árboles, una vez quemados, rebrotan sistemáticamente y agresivamente, produciendo racimos excesivamente ramificados desde su base. El fuego además favorece los arbustos como el piquillín, que levanta temperaturas extremas, la jarilla y el molle, que son muy conductivos de las llamas por los aceites esenciales de sus hojas. A esto se agrega, con el ganado vacuno que se trae sobre los terrenos quemados, la incorporación de renuevos de caldén. Todo esto lleva, en plazos bastantes cortos, al cerramiento absoluto de una vegetación sin ningún tipo de valor maderero y que compite fuertemente entre ella (por eso no aparecen arboles de calidad) y con la oferta forrajera.
Esto es malo desde el punto de vista natural, porque se degradan montes naturalmente altos en matorrales, y también desde el punto de vista económico, porque se embarga la rentabilidad ganadera de este lugar.
CSM: ¿Y se puede recomponer ese ecosistema y que vuelva a la normalidad?
ED: Como para muchas otras problemáticas, habría que definir la “normalidad” aquí. Este es un territorio de bosques nativos dedicado a la ganadería de cría desde siglos, en realidad desde la época de los cacicazgos ranquelinos, antes de la independencia argentina. Habría que hablar de manejar este ecosistema hacia una situación deseable para la región, reconociendo que ya viene modificado desde hace mucho. Los bosques quemados este año ya eran en su mayoría formaciones técnicamente degradadas, como el resto del caldenal. Cuando se hizo el Inventario Forestal Nacional, a principios de los 2000, se encontró que la altura promedio de los caldenales era de seis metros, cuando el caldén adulto normalmente llega a los 12 metros. Es como si se hiciera un censo de adultos argentinos y resultará que miden todos 1,30 metro. Esto se explica en gran parte por una alta frecuencia de fuegos, que cayó a un promedio general de entre cinco y diez años entre incendios a partir de los años 1990. Así no hay bosque sano que aguante.
Siempre cuesta más curar que prevenir, y con el nivel de daño producido, se debería encarar una operación de restauración fenomenal, pero necesaria si se quiere rescatar estos campos de su proceso desertización.
A mi entender, el objetivo podría ser el desarrollo de formaciones silvo-pastoriles seminaturales, es decir bosques manejados activamente, con precisión silvícola para mantenerse abiertos, con métodos que mantengan el suelo y las especies nativas, acompañado de un manejo ganadero cauteloso (rotaciones en campos adecuadamente equipados, etcétera), que sostenga su rentabilidad y genere empleo en el campo.
CSM: ¿En cuanto al impacto en la fauna silvestre?
ED: El cambio de paisaje que implican estos fuegos amplios, intensos y repetidos genera una preponderancia de fachinales cerrados. La composición de la fauna silvestre va a seguir este cambio de su hábitat, el lugar donde se amparan, se alimentan, beben, se reproducen, etcétera. La fauna adaptada a sistemas cerrados se verá favorecida, como el jabalí, en desmedro de la que necesita espacios más abiertos, como los cérvidos.
Dentro de este grupo, un ejemplo particular, de alto valor simbólico, podría ser el del venado de las pampas, especie que desapareció de la provincia con la “Conquista del Desierto” hace más de un siglo. En 2015, una pequeña manada fue detectada, en una suerte de retorno seminatural desde la provincia de San Luis. Digo «seminatural», porque en realidad fueron espantadas de esa provincia por un incendio intencional de grandes proporciones, y no creo que la situación en La Pampa aliente la permanencia de este pequeño milagro.
CSM: Ampliemos sobre el tema de qué hacer con el bosque.
ED: Una de las situaciones que predisponen para que haya estos grandes fuegos es que nadie dice cómo manejar estos bosques y pastizales en forma racional, en el marco de la actividad productiva local. Normalmente, tal como se hace en el resto del mundo, tendría que ser extrayendo madera en forma racional, con hacheros formalizados, operarios que limpien regularmente, haciendo rotaciones ganaderas, equipando los campos, mejorando las comunicaciones, etcétera. Son tareas complejas, que demandan estrategias políticas para auspiciarlas, con bases científicas reales. Exigen nivel técnico, implican ingenieros bien formados, personal calificado, participación de los sectores productivos, instituciones y poblaciones locales. Pero parece que se prefiere cortar por lo sano, favoreciendo lo barato (es decir el fuego) y el corto plazo. Los resultados de esta mala apuesta están a la vista.
CSM: ¿Todo los años es así?
ED: El uso del fuego genera un círculo vicioso: mejora (algo) la oferta forrajera del lote quemado por un año, o dos, y después se te viene el monte de vuelta peor que antes. Este esquema ya fue advertido por ingenieros pampeanos en los años 60, pero parece que se prefirió seguir los consejos de algún ingeniero norteamericano que para esos mismos años ya preconizaba el aplastamiento del monte, su quema repetida y, por si no bastase, el uso de herbicidas. Este es un error de interpretación ecológica fenomenal que visualiza al caldenal como una pastura natural invadida por leñosas. Con este enfoque, algunos ingenieros llegan a aconsejar “prender un fueguito” en pleno verano.
Hay que tener en cuenta que el 90% de bosques nativos argentinos se corresponde con el 90% de territorio de ganadería de cría, desde el Chaco hasta la Patagonia. Este discurso soterrado, pero poderoso e insistente se reencuentra entonces en otras regiones de Argentina y del Cono Sur, en el marco de su renacimiento agropecuario concentrador y exportador -otros dirán su «sojización». Y sobrepasa nuevas legislaciones de bosques y apariencias políticas. Por ejemplo, en la Amazonía boliviana se quema más que nunca al inicio de la estación productiva local (julio-agosto), junto con la idea gubernamental de doblar su zona de producción agrícola-ganadera en los próximos años.
CSM: ¿Y no hay seguimiento por parte de las autoridades?
ED: Bueno, refiriéndose a los fuegos de verano, estos son totalmente ilegales, no se pide permiso. Otro problema es que como no hay gente ni plata hoy en los campos, se lanzan a hacerlo con muy pocos medios y personal. Si el fuego se escapa, tampoco hay vecinos que avisen y como este año estaba desmantelado el sistema de detección, pasa lo que está pasando ahora.
CSM: ¿Qué responsabilidad le cabe a las autoridades?
ED: Lo que sucede este año en La Pampa, a diferencia de años anteriores, es una falla circunstancial (y catastrófica) del sistema de fiscalización y control. Se inactivó, o embargó más que seriamente, el sistema de detección temprana y de lucha coordinada contra incendios.
Más allá de eso, creo que las autoridades deberían actuar para generar soluciones de fondo para los productores rurales, y las poblaciones de este territorio. Si no, se va a seguir con el dilema permanente del uso del fuego como herramienta barata y cortoplacista en predios cada vez menos productivos.
CSM: ¿Y los dueños de los campos qué hacen?
ED: Los dueños de los campos de ganadería de cría suelen estar ahogados económicamente. Un caso-tipo es el del dueño de unas 2.000 hectáreas, con una sola aguada y ninguna división, con márgenes de rentabilidad muy bajos, que nunca justificarían la compra de semejante campo. Suele ganar, en un año seco, bastante más que un simple empleado público aunque esté sentado sobre una fortuna en términos inmobiliarios. Trabaja ahí, a mucha honra, porque heredó la tierra de sus antepasados. Nunca se metió con el banco, por suerte, porque se hubiera fundido en los años 90 por ejemplo, con las políticas crediticias del momento que generaron tantos remates.
Entonces ¿Cómo se hace para que estos productores, entre otras cosas, mantengan las picadas? Por más riesgo que corran -a sabiendas- es bastante difícil que lo hagan cuando su problema permanente es lograr, con muchas dificultades, que sus animales coman y beban como corresponde mínimamente. Además de subsidiarlos o asesorarlos en relación a la prevención y lucha contra el fuego, hay que ayudar a rentabilizar su actividad con prácticas sustentables.
Estos productores manejan, la mayoría, más del 70% del territorio provincial pampeano, aunque su producción económica sea marginal en relación a la producción sojera del sector noreste de la provincia, y el petróleo ahora. Otro aspecto impactante es que no pueden mantener personal activo para ayudarlos en sus campos, los cuales suelen estar despoblados.
CSM: ¿Cómo afecta la baja densidad poblacional?
ED: El caldenal está totalmente desertizado. Fuera de los pueblos, como en muchos bosques argentinos, no hay menos gente porque no puede haber, con una densidad poblacional de características saharianas. Es algo paradójico en un lugar donde se puede producir buena madera, buenos forrajes y la mejor carne del mundo.
HISTORIA
Sobre la forma en que el paisaje o el ecosistema de La Pampa ha evolucionado, Dussart señaló que “en las últimas décadas del Siglo XIX, había mucho bosque, ocupado y trabajado por las poblaciones ranqueles, una sociedad con más actividades económicas de lo que generalmente se cree. Al momento de la llamada ‘Conquista del Desierto’, en 1880, hubo un período de desmonte enorme, que abrió el paisaje para introducir seis millones de ovinos en pocos años. Como la oveja no disemina el caldén, y al contrario ramonea o come las plántulas, el paisaje se mantuvo abierto -con síntomas de sobrepastoreo creciente- por décadas, hasta 1940 aproximadamente. Ahí, con la crisis económica de la época, junto con un período de sequía y el desplome del precio de la lana, se pasa masivamente a la cría extensiva de vacunos. Ese ganado sí disemina el caldén, lo cual generó el retorno de los bosques en el paisaje en la segunda mitad del siglo XX.
CSM: ¿Y entonces había incendios tan fuertes como estos?
ED: No. Si se le pregunta a cualquier poblador de la zona, habla de algún evento de fuego o dos, pero en períodos de cincuenta o sesenta años. Las razones eran simplemente que había menos montes y fachinales, entonces menos combustible, y por cierto mucha más gente en el campo, además ducha para controlar que no sucedan catástrofes.
Todos los documentos e investigaciones ecológicas de largo plazo confirman que lo que sucedió fue un cambio en el régimen de fuegos: ahora son mucho más frecuentes, intensos y amplios que nunca. Este aumento del régimen de fuegos fue avanzando y se disparó, alentado inclusive por sectores “profesionales” a fines del siglo XX, en coincidencia exacta con el proceso de sojización del país.- (CSM)
Algunos trabajos:
– Conferencia Evolución del paisaje del Caldenal: Influencias de la historia de manejo, fuegos y las actividades ganaderas. En VI Congreso Nacional, III Congreso del Mercosur. Santa Rosa. 9 al 12/03/2013:
https://jornada.nmsu.edu/files/Dussart_caldenalhistoria_CAP_2013r.pdf
– Dendroecología en la pampa Argentina: investigaciones actuales, pasadas y futuros desafíos. Ecosistemas 24(2): 51-59. Dussart, E., Medina, A., Bogino, S. 2015: http://www.revistaecosistemas.net/index.php/ecosistemas/article/viewFile/1058/898
– Reconstrucción de la historia del paisaje del caldenal en los últimos 250 años. Revista Forestal Quebracho, Vol.19 (1,2):54-65. ISSN 0328-0543 Dussart, E., Chirino, C., Morici, E. y R. Peinetti. 2011: http://www.scielo.org.ar/pdf/quebra/v19n2/v19n2a01.pdf