Cronicas del Sur

Por qué muchos turistas no van a Cuba (Por Carlos Cabrera Perez, de CiberCuba)

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Granma
Raúl Castro felicitando a Marrero el día de su designación como primer ministro Foto © Granma

La llamada temporada alta del turismo en Cuba (noviembre-abril) está transcurriendo con cifras por debajo de lo previsto, aunque el gobierno sigue abriendo hoteles costosos para una economía en ruinas. Pero el desastre no vino con la pandemia y las sanciones de Donald Trump, sino con la «Tarea 16 de abril» y otras erróneas decisiones ejecutadas por el entonces ministro Manuel Marrero Cruz, incluida una subida de precios del 40%.

Las magras cifras de afluencia de turistas a Cuba contrastan con la expansión de los vecinos República Dominicana, Bahamas y Cancún, en la misma época del año, pese a la notable diferencia de precios.

Por ejemplo, el considerado mejor hotel de Cuba, Paradisus Río de Oro, en Holguín, tiene ofertas semanales para marzo en la web de Meliá, administradora del resort, por 1,655 dólares estadounidenses; mientras que los establecimiento de la cadena RIU, en Cancún, cobran entre 2,347 y 3,580 dólares en igual período y días de alojamiento.

CiberCuba reconstruyó el paso de Marrero por el Ministerio de Turismo (MINTUR, 2004-2019) con funcionarios en activo y jubilados del ramo, que coincidieron en señalar sus principales desaciertos, acometidos con la «Tarea 16 de abril», que vació el MINTUR en favor de GAESA, elevó los precios de manera irracional, pretendió abrir 44 mercados y liquidó a experimentados gestores.

Pese a desembarcar en el MINTUR en 2004, no fue hasta dos años después que Marrero se «interesó» por la comercialización, tras su estancia en Fitur 2006, en Madrid, de donde se llevó la idea de llenar a Cuba de hoteles boutiques y hostales, una práctica que desarrollaba Eusebio Leal desde años antes.

Para la Operación Milagro, «Fidel (Castro) ordenó usar hoteles de todo el país como hospitales para venezolanos» y Marrero transmitió la indicación a las cadenas, decisión que provocó «un desbalance en la ocupación hotelera por la salida de establecimientos de la red comercial de turismo convencional».

«Yo no sabría decirte cuánto recaudó Cuba por los servicios médicos en hoteles, pero la decisión acabó con el turismo de circuitos», que lideraban Thomas Cook y TUI, circunstancia que «agravó el desaceleramiento de Alemania como emisor turístico», recordó un funcionario del MINTUR.

Los pacientes venezolanos que llegaban a Cuba se «contabilizaban por la ONEI (Oficina Nacional de Estadísticas e Información) como visitantes», y engrosaban la meta de dos millones de turistas anuales.

Marrero redujo, a la mitad, los viajes al extranjero de especialistas comerciales y estableció que el ministro era el único facultado para autorizarlos, provocando la desmotivación de muchos funcionarios, recordó un jubilado.

Pero, como delegó la parte comercial en el viceministro Oscar González Ríos, que venía de la presidencia del Campismo Popular, «liquidó la comercialización del turismo cubano en tres años», aseguró.

«Oscar sabía de números, pero tuvo la brillante idea de que debía apostarse no solo por Canadá y desarrollar 44 mercados potenciales como Australia, Turquía, Japón, Polonia o lo que llamaba ‘Las Filipinas’, «guiándose por el número de personas de esa nacionalidad que arribaban anualmente a Cuba, sin tener en cuenta que se trataba de marineros mercantes».

La iniciativa de los 44 mercados provocó descuidos en mercados tradicionales y nunca pudo materializarse porque «Marrero y Oscar [González] no asumieron que para su objetivo hacían falta aviones y, si un turista polaco llegaba a Cuba, era quitándole el asiento a un alemán en TUI», detalló un especialista de Cubana de Aviación.

En esa época, Cubana de Aviación solo contaba con dos aviones Il-96 300 M; y uno de ellos compartía rutas comerciales con el uso como aeronave ejecutiva, circunstancia que impidió mantuviera rutas tradicionales como Londres, Milán y París.

Aerocaribbean, que operaba vuelos domésticos para los circuitos y excursiones, poco a poco fue desapareciendo, hasta llegar a un punto que los viajes internos eran todos por carretera.

«Imagínate llevar a un turista desde La Habana hasta Santiago por carretera y, después, de Santiago a Varadero con la misma odisea. Ese turista no regresa a Cuba», reconoció un directivo de Gaviota.

Todos los meses, había una reunión MINTUR-Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba (IACC), presidida por Marrero y Rogelio Acevedo. «Aquello era un circo, sobre todo por el precio del combustible que IACC le ponía a las líneas extranjeras, mucho más alto que el de República Dominicana, por ejemplo».

Los servicios de Aduana e Inmigración en los aeropuertos parecían diseñados para torturar a los turistas; luego se mejoró, pero la mayoría de los viajeros que lo sufrieron no volvieron más a Cuba.

Mientras todo esto pasaba, Oscar González «enfiló los cañones a Blue Panorama, argumentando que hacía vuelos secos a Cuba, adonde no llevaba turismo de paquete».

Algunos compañeros con experiencia y conocimientos, intentaron «alertar contra esa aberración, debido a que uno de los principales mercados de La Habana eran italianos solteros y no iban a Cuba con turismo de paquete porque querían casas particulares».

Pero su advertencia no fue tenida en cuenta y «empezó a circular por el MINTUR la bola de que Blue Panorama había entrado en bolsa y era un riesgo establecer negocios con ellos».

La realidad desmintió al viceministro González, porque Blue Panorama quedó como la única línea volando desde Italia a Cuba e incluso se hizo cargo de vuelos domésticos.

Para los italianos, La Habana comenzó a ser «un destino difícil» por el control policiaco sobre casas de arrendamiento particulares, aun cuando «la capital se quedó sin habitaciones de hoteles por  la Operación Milagro y el cierre total de instalaciones, como el hotel Capri».

El «desastre llegó a tal punto en los años de Marrero como ministro que Cayo Largo del Sur, administrado por Gran Caribe, tuvo días en que no tenía sal para cocinar», recordó un directivo de la cadena.

Marrero «solo hablaba de vender caro y más caro aun en temporada alta, pero sin ocuparse de la calidad del producto».

Los hoteles de marcas propias, como Gran Caribe y Cubanacan «se fueron cayendo a pedazos y, operadores de administración internacionales, como LTI, RIU o Bahía Príncipe se fueron porque no podían equiparar el estándar de Cuba a sus marcas».

«Solo Iberostar y Meliá resistieron, pero por otros intereses. Meliá apostó por aguantar estoicamente hasta que una transición a la democracia, favoreciera todavía más sus intereses».

«La apuesta de Meliá no fue solo paciencia estratégica, sino su descubrimiento que los contratos de administración con el MINTUR y Gaviota los favorecían y aprovecharon el descontrol administrativo, financiero y monetario para hacer más rentable su presencia en Cuba», reveló una funcionaria del área económica del ministerio.

Mientras, las cadenas hoteleras cubanas luchaban con los problemas de suministros y proveedores; «Gaviota -apoyada por Marrero- se fue imponiendo con nuevos hoteles, se apoderó de Holguín, Cayo Santa María, todos los hoteles de punta Hicacos, Varadero, los nuevos y rescatados de La Habana y crearon marinas, delfinarios y extrahoteleras».

En paralelo, Marrero «descubrió» los paradores nacionales y hostales españoles y copió la fórmula y escogió hoteles del interior para reformarlos y convertirlos en alojamientos boutiques, como La Unión, en Cienfuegos, «mientras el Riviera, el Inglaterra y el hotel Presidente, todos en La Habana, se caían a pedazos».

En aquella coyuntura, llegó el embullo Obama, cuando «operadores tradicionales del mercado turístico cubano mostraron preocupación por la entrada masiva de los americanos y quedarse fuera del pastel», recordó un turoperador extranjero que ya no explota el destino Cuba.

Esos fueron los casos de Thomas Cook, Sunwing y Transat, entre otros, a los que «Marrero prometió que todo iba a ser igual, que ellos podrían competir en igualdad de condiciones, pero sin contar con el criterio de su padrino, Luis A. Rodríguez López-Calleja, que ordenó subir los precios un 40%».

«Obama llevó el turismo a Cuba, todo el mundo quiso ir, pero fueron una sola vez, no repitieron. Los hoteles que no eran de Gaviota quedaron sin mantenimiento, las carreteras del país en muy mal estado, sin aviones propios, sin carros para alquiler, la comida y el servicio siguieron siendo malos, pero más caros», contrastó una directiva del área económica del MINTUR.

Aquella decisión fue «un boomerang, porque tú no debes subir precios si no va acompañado de un incremento de la calidad, y varios compañeros, incluso turoperadores que llevaban años trabajando con nosotros, reaccionaron en contra de la subida», pero no los escucharon.

«Tras el parón por coronavirus, lo que puso la tapa al pomo fue el 11J, la vuelta de los apagones y el deterioro creciente de nuestras ciudades y pueblos; ¿quién va a querer venir a un país destruido?», cuestionó.

El daño al turismo no fue solo económico, sino también moral porque Marrero «quitó a directivos con experiencia y conocimientos y puso a gente que no sabía nada de turismo, pero eran obedientes»; como fueron los casos de Manuel Vila Cruz y Raúl Naranjo, nombrados presidente y vicepresidente de Cubanacan S.Arespectivamente.

Vila procedía de la estructura del partido comunista en Villa Clara y «Naranjito» de la UJC de Ciego de Ávila.

Al desaparecer la empresa Horizontes, a varios de sus gestores y directivos los diluyeron en cadenas y en la estructura del MINTUR, pero dejaron fuera al experimentado economista Gustavo Gutiérrez y a Frank Carreño, que era vicepresidente de Economía y se quedó sin trabajo.

Para contabilizar la «destrucción empresarial, Marrero ordenó crear un mecanismo conocido como ‘La liquidadora’, que ejecutó los cierres e inventarios de las entidades desmanteladas».

«‘La liquidadora’ provocó un desgaste notable a Marrero, que cometió el error de desatender áreas importantes»; cambiando completamente el estilo de trabajo de Osmany Cienfuegos Gorriarán -continuado por Ibrahim Ferradaz- que consistió en la «descentralización del MINTUR, reduciendo el organigrama central al mínimo indispensable».

Marrero amplió todas las direcciones, creó nuevos departamentos como el de Control, encabezado por el general de división Félix Baranda Columbié, y el de Atención a la población, dirigido por el también general retirado Rafael Benítez, expresidente de Gaviota, S.A.

Marrero «dictó resoluciones a mansalva, sobre todo, enfocadas al control de medios y limitando el poder de decisión de los directivos», contrario al estilo de Cienfuegos y Ferradaz.

Todos los miércoles, se convocaba la reunión COD (Comité de Operaciones de Divisas), para aprobar los gastos presupuestados en moneda dura que excedieran una cifra mínima, y los presidentes de entidades tenían que justificar la razón del gasto, provocando que, «muchas veces, el gasto se aprobaba, después que había pasado la oportunidad de negocio».

«Claro que nos sorprendimos cuando lo nombraron primer ministro, pero muchos sentimos un gran alivio porque se iba quien había destruido una labor de años, no exenta de errores, pero con nichos de gestión competitivos y con compañeros injustamente machacados», apuntó el funcionario del MINTUR.

Su ascenso a primer ministro «obedeció a que cumplió con eficacia la orden de vaciar el MINTUR a favor de GAESA, eso lo explica todo…», concluyó la funcionaria del área económica.- (Cibercuba-CsM)

(*) Carlos Cabrera Perez: Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director de Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.

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