Cronicas del Sur

La Ruta del Adobe combina historia, culturas y arquitectura

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En el camino entre Tinogasta y Fiambalá, en Catamarca, hay varios pueblos a la vera de la Ruta 60 en los que el árido suelo rojizo y opaco parece extenderse a paredes y techos hasta camuflar con el paisaje algunas construcciones que tienen hasta 300 años y sobrevivieron a conquistas, guerras y nuevos métodos de edificación: Es la Ruta del Adobe. Sus casas y templos fueron levantados con una milenaria técnica diaguita en base a barro, estiércol y paja, y es un atractivo turístico que encierra un gran valor arqueológico, religioso y arquitectónico. 

El adobe es todavía usado  para la construcción en buena parte del noroeste argentino, aunque ahora muchos lo utilizan sólo como argamasa para unir bloques o ladrillos y para revocar. Son pocos quienes construyen como en la antigüedad, erigiendo directamente las paredes de adobe sobre una estructura de cañas y columnas de troncos, y mucho menos para cerrar los techos.

De esos antiguos edificios que se mantienen en pie con la ayuda del hombre, aunque en gran medida gracias a la sequedad del clima, la mayoría son templos que se concentran en pueblos o parajes que parecen perdidos en el tiempo y el desierto, a lo largo de 55 kilómetros entre las ciudades de Tinogasta y Fiambalá.

El camino asfaltado atraviesa un valle de arcilla rojiza, a veces blancuzca por el salitre, escamada por la sequedad que muy pocas veces toma un tono más oscuro cuando la humedece el agua de los escasos ríos de la zona que no están secos o alguna de las aún más escasas lluvias en la región.  De esa arcilla mezclada con estiércol y paja están hechas las paredes de hasta un metro de espesor de numerosas construcciones de este recorrido, donde los colores de la naturaleza se confunden con los pueblerinos.

DE BASE MILITAR A HOTEL BOUTIQUE

A sólo dos cuadras de la plaza central de Tinogasta se encuentra una de estas edificaciones, aunque no es de las más antiguas: Un edificio levantado en 1897 para albergar el comando del Batallón “Cazadores de los Andes”, cuando Argentina y Chile estaban al borde de la guerra por cuestiones limítrofes. Con el laudo del rey de Inglaterra Fernando VII se alejó el riesgo de conflicto y el batallón se fue en 1989, tras lo cual el edificio fue comprado -en 1904- por Rodolfo Orella, chileno residente en Catamarca, y allí funcionó un viceconsulado del país vecino, cuyo titular fue precisamente el dueño de la casa.

Actualmente, la casona de gruesas paredes es el “Hostal de Adobe Casagrande”, un hospedaje adherido a la cadena de “Small Hotels -un equivalente a los hoteles boutique-, que mantiene la antigua estructura de barro, estiércol y paja pero cuenta con habitaciones temáticas y, como lo indica en su frente, restorán, salón de juegos, gimnasio, piscina y jacuzzi. El revoque amarillo exterior deja ver en partes los antiguos bloques de adobe y una placa que recuerda que hace más de un siglo fue la “Casona de la Familia Orella”.

Esta familia también fue dueña de otro edificio de la Ruta del Adobe: el Centro Cultural Municipal, que fue construido en 1898 y sirvió como hospital militar durante un año. Luego fue el Hospital Público de Tinogasta desde 1914 hasta 1982, cuando con la inauguración de un nuevo centro de salud pasó a su función actual y alberga una biblioteca y el Museo Arqueológico Tulio Robaudi.

Oratorio de los Orquera

ORATORIO DE LOS ORQUERA

El Puesto es un caserío que queda a 15 kilómetros de Tinogasta, cuyas viviendas son casi todas de adobe. La construcción más antigua del lugar es el Oratorio de los Orquera, erigido en 1740, cuando las familias construían capillas en sus estancias si no había un templo cerca.

El confesionario es de algarrobo macizo y tiene imágenes de la escuela cuzqueña, entre ellas una de las pocas pinturas de la Virgen amamantando al Niño Jesús, de 1717, que fue trasladada desde Chuquisaca (Bolivia), y un pequeño San Antonio de madera. El edificio, de paredes enterizas de adobe, es pequeño y pintoresco, con el techo sostenido por vigas de algarrobo curvas, que caracterizan la arquitectura de la zona, y el terreno está bordeado por una tapia de barro.

El museo, que se encuentra junto al oratorio y es atendido por Rosa Orquera de Ávila, conserva una gran cantidad de objetos, muebles y fotos familiares que con la habitual predisposición de su propietaria ayudan a visualizar la historia del lugar y sus antepasados. Este virtual complejo histórico de sitio se completa con un antiguo lagar de cuero detrás del oratorio y, hacia el fondo del predio, como un fiel testigo de la historia se erige un amplio olivo de “fines del Siglo XVIII, según reza un cartel.

LA IGLESIA DEL PUEBLO QUE YA NO ESTÁ

A un kilómetro y medio de El Puesto más otros 800 metros por un camino de tierra está el paraje La Falda, que no figura en los mapas ni tiene habitantes ni viviendas en pie, salvo la Iglesia de Nuestra Señora de Andacollo. Con sus dos torres en línea y su estilo neoclásico, permanece allí desde principios del siglo XIX y su frente se destaca rojizo entre los bajos pastizales oscuros y el paredón de montañas que le da un morado telón de fondo a la distancia.

El lugar, que fue el primer asentamiento pastoril de la zona, está despoblado desde las primeras décadas del Siglo XX, cuando el río fue desviado y sus habitantes se mudaron a El Puesto. Pequeños eventos sísmicos que caracterizan a la región derruyeron e hicieron desaparecer las viviendas y también causaron un leve derrumbe en la iglesia, que comenzó a ser restaurada en 2001.

La fecha de construcción de la iglesia no está documentada, pero se estima que data de la década de 1830, por lo que sería el templo más moderno de la Ruta del Adobe. Pero curiosa y absurdamente, en internet hay una información errónea (originada en TripAdvisor) que le adjudica una antigüedad de ¡“más de 500 años”!. Cualquiera que haya leído algo de historia sabe que los españoles -es decir, los cristianos- arribaron a América en 1492, hace 524 años, y tardaron otros 45 años en pisar la actual Catamarca, y no fueron directamente al paraje La Falda para construir de inmediato esta iglesia, sino que tardaron casi 200 años más en llegar a la región.

LO MÁS ANTIGUO

El edificio más antiguo de la Ruta del Adobe es la capilla Nuestra Señora del Rosario, levantada en 1712 en Anillaco (I) y declarada Monumento Histórico Provincial en 1992, por ser también la de más años aún en pie en Catamarca.  Originalmente fue un oratorio familiar hecho por indígenas a las órdenes de Juan Gregorio Bazán de Pedraza IV, el primer español que se instaló en la zona, en 1687.

El edificio fue restaurado luego de un derrumbe del frente causado por un rayo, por lo que en los laterales de la entrada le colocaron refuerzos de piedra y cemento. Tiene puertas con quicios y las vigas del techo son de algarrobo arqueado mediante el sistema de ablande, que consistía en colocar el tronco trabado por sus extremos en el cauce de un río -en este caso La Troya- cuando estaba aún verde, y la presión del agua lo iba curvando.

El piso es de tierra y presenta tres niveles,  las paredes tienen un metro de espesor y carecen de ventanas, ya que el templo también oficiaba de fortaleza ante algunas rebeliones indígenas. El altar está totalmente tallado en barro contra la pared del fondo y en la madera del dintel permanece grabada la frase “Ave Maria Gratia Plena Año 1712”.

La capilla formó parte de un complejo edilicio residencial, agropecuario y religioso, que incluía la casa de Bazan y Pedraza y su oficina de administración del Mayorazgo de Anillaco, construidos en 1687. Las ruinas de los otros edificios también se encuentran hoy en proceso de restauración.

Para quien disponga de un par de horas extras en el paseo es recomendable una visita a las ruinas de la ciudad diaguita de Watungasta, junto a La Troya, a unos cinco kilómetros de Anillaco después de cruzar la ruta, donde hay restos de pucarás y recintos circulares de origen inca, imperio que en el Siglo XV conquistó y sometió a los diaguitas del lugar.

ADOBE BLANQUEADO

Poco antes de entrar a Fiambalá el terreno pierde su aridez y gracias al riego aparecen plantas de verde fresco, como el bosque de algarrobos que rodea a la Iglesia de San Pedro, construida en 1770,  con una capa de pintura blanca que esconde el color original del adobe. Este templo integraba el Mayorazgo de Fiambalá, cuya Comandancia o Plaza de Armas,  que ahora guarda herramientas,  vasijas y piezas de colección y data de 1745, está a pocos metros y luce el color del adobe crudo.

El Altar, como en Anillaco, es de adobe e integrado a los muros y también tiene obras religiosas traídas de Bolivia, entre ellas una imagen de San Pedro pintada en Cuzco y una colección de pinturas del siglo XVIII, también de esa ciudad, que retratan a la Virgen, el Niño Jesús y otros santos. Esta iglesia constituye uno de los pocos ejemplos de arquitectura virreinal de la región y fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1941.

En la sacristía hay un gran cajón lleno de zapatos viejos, debido a que los devotos de San Pedro le cambian el calzado a su imagen todos los años, por considerar que es un santo que camina mucho para visitar a sus fieles y se le gastan las suelas.  Al fondo de la iglesia, en un patio arbolado, hay un pequeño templo de adobe también blanqueado, en forma de domo,  dedicado a Santa Rita.

MATERIALES NOBLES

Al margen de estos edificios históricos, en toda la región se construyen viviendas de adobe, tanto con bloques como con paredes enterizas. Si bien muchas de ellas son humildes, el uso de esta técnica no es un signo de pobreza sino la utilización de un método fácil, económico y ecológico, acorde con el clima de la zona, que reclama paredes gruesas de materiales nobles, capaces de conservar el calor interior en los fríos inviernos y dar frescura en los tórridos veranos.

A diferencia del ladrillo común de horno,  el adobe tiene baja capacidad de transmisión de calor y es mejor aislante térmico. Su uso ayuda al cuidado del ambiente, porque se fabrica con materiales disponibles al alcance de la mano, no requiere leña para el secado -basta con dejarlo al sol- y es fácilmente reciclable mediante el diluido con agua. Ya no se utiliza para los techos de viviendas en las zonas sísmicas, debido al riesgo de colapsar y aplastar a los habitantes durante un movimiento telúrico, por lo que fue reemplazado por materiales livianos, en especial paja, cañas y maderas.

Adobe” proviene de la voz árabe hispánica “attub”, aunque antes del árabe clásico “tub”, y éste del egipcio antiguo “dyobe”, y curiosamente en muchos pueblos del Egipto actual y de Siria se ven casas construidas con este material, o algo muy parecido.- (CsM)

Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos reservados)

(I) Anillaco de Catamarca no se debe confundir con el pueblo homónimo de la provincia de La Rioja, famoso este último por ser el lugar natal del ex presidente argentino Carlos Menem.

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