Ese lapso de la tarde en que el sol palidece sobre la cordillera, reflejando su lento crepúsculo en el brazo Machete del lago Nahuel Huapi, es el momento ideal para encontrarse en el Bosque de Arrayanes de la península Quetrihué, en Neuquén. Un incendio de finas e incontables llamaradas rojizas parece brotar del suelo y elevarse entre las siempre verde copas de esos árboles que cubren el extremo sur de la lengua de tierra, tiñendo el follaje y hasta el aire de esa cálida tonalidad.
Parecen llamas pero no son otra cosa que los esbeltos troncos de arrayanes que en esos crepúsculos viran su típico color canela con vetas claras a un rojizo oscuro e intenso, que inunda el ambiente de tonos ocres y contrasta con el verde perenne de sus hojas y las de otras especies caducas del Parque Nacional Arrayanes. Es el único de los pocos bosques de arrayanes del planeta que se puede recorrer y sus 20 hectáreas, vecinas a Villa La Angostura, son uno de los íconos de la Patagonia a nivel mundial.
A diferencia de otras reservas naturales, donde está expresamente prohibido tocar y a veces siquiera acercarse al atractivo central del lugar, en Arrayanes se pueden tocar los troncos que están cerca de las pasarelas. Es más, hay guías que hasta instan a los visitantes a posar las manos sobre su superficie y comprobar la suavísima frialdad de la corteza, o abrazarlos, apoyando el rostro contra el tronco, y pedir una cantidad de deseos variable.
Si bien se encuentran arrayanes en los bordes de muchos ríos y lagos de la región andino patagónica, es en el extremo sur de la península de Quetrihué donde está la mayor concentración, que motivó la creación del Parque Nacional Arrayanes. A su vez, esta reserva natural está dentro del gigantesco Parque Nacional Nahuel Huapi –en el norte del lago del mismo nombre- y es un desprendimiento de éste desde 1974. Precisamente, “quetrihué” en lengua mapuche significa “lugar de arrayanes”.
Caminar por este bosque es internarse en un mundo de tonos marrones, rojizos y ocres que surgen de los pintorescos troncos gracias a su gran cantidad de tanino, y de diverso grosor según la edad –algunos árboles tienen más de 650 años-, con alturas superiores a los quince metros. La temperatura cromática baja en sus copas, donde reina el verde de hojas pequeñas y brillantes que no palidecen en otoño ni mueren en invierno, a través de las cuales se pueden entrever espacios de cielo.
EXCURSIONES
La base ideal para visitar esta reserva es Villa La Angostura, aunque hay quienes hacen la excursión desde San Carlos de Bariloche, unos 100 kilómetros al sur. En cualquier caso, el punto de partida final es el istmo de La Angostura, ya sea vía lacustre con salida desde Bahía Mansa o por tierra, en una caminata de unos 12 kilómetros que puede demandar unas tres horas.
CSM llegó a Puerto Quetrihué en el catamarán Patagonia Argentina, el transporte acuático más popular de La Angostura para este recorrido, en una tarde ventosa y fría en que las aguas se tornaron inquietas al entrar al Brazo Huemul tras un tranquila salida por la Bahía Mansa.
Curiosas gaviotas cocineras sobrevolaban la embarcación contra el viento, que las mantenía flotando quietas unos segundos posando para la foto, mientras algunos biguás pasaban rasantes con su típico esforzado aleteo. En días calmos se suelen ver también cauquenes, patos, garzas, cormoranes y otras aves acuáticas en vuelo, flotando o en las costas.
Quienes se animaban a subir a la cubierta superior –que estaba descubierta- pese a un helado viento andino y algunas esporádicas lloviznas que se alternaban con el sol, luego encontraban doblemente placentero el espeso chocolate caliente que servían a bordo.
Al llegar a Puerto Quetrihué se pudo ver amarrado el primer barco que navegó el Nahuel Huapi: el Modesta Victoria. La nave, construida en 1937, celebró sus Bodas de Brillantes en noviembre de 2013, con un viaje especial por el lago Nahuel Huapi que partió de Puerto Pañuelo, en jurisdicción de San Carlos de Bariloche, del que participó CSM.
CASITA DE TÉ
El recorrido del bosque es a través de un circuito de pasarelas y escaleras de madera de unos 800 metros que comienza en el muelle y llega al punto de mayor concentración de turistas: la famosa cabaña de troncos construida en 1933 y convertida en un emblema del parque, hoy casa de té y comercio de recuerdos y artesanías. Éste es el lugar preferido para fotos grupales con el fondo de los troncos rojizos de vetas blanquecinas que se forman con el descascaramiento de la corteza en finas laminillas y placas secas.
Muchos sostienen, aunque otros lo desmienten, que Walt Disney se inspiró en esta Casita de Té para dibujar la célebre cabaña de la película Bambi, en 1942. Sin embargo el mayor creador hollywoodense de dibujos animados nunca estuvo en la Patagonia, ya que en su visita a Argentina, un año antes, sólo permaneció en Buenos Aires y luego pasó por Mendoza rumbo a Chile; la cabaña, los árboles y los personajes de su película estuvieron inspirados en un bosque de Maine.
SENDERO PEATONAL
Para el retorno, una repentina mejora climática animó a CSM a abandonar el barco y tomar el sendero peatonal hacia el istmo a través del bosque, que al avanzar con rumbo norte se cubre también de otras especies arbóreas.
Destacan por su tamaño los coihues –también de hojas perennes-, raulíes, ñires, cipreses, maitenes y radales, mientras en el sotobosque conviven notros, cañas colihue, tupidos matorrales de mutisias, helechos, maquis y las exóticas rosas mosquetas y retamas.
El típico sonido de algún pájaro carpintero en pleno trabajo puede ayudar a avistar algún ejemplar de esta especie, lo mismo que el canto de cotorras, zorzales y chucaos, pero muchas otras aves del bosque son huidizas y se mantienen lejos de los senderos.
Los guías aseguran que los árboles albergan también comesebos, colibríes, rayaditos y cabecitas negras, además una fauna mamífera que incluye zorros, zorrinos y los casi nunca vistos pudúes y huillines.
A poco de iniciar el regreso se puede apreciar la laguna Patagua y, a mitad de camino, la Hua Huan –y el arroyo del mismo nombre-, los dos espejos de agua de la península. El recorrido también bordea estancias privadas que quedaron dentro del parque nacional, donde crían ganado, especialmente vacuno, que con frecuencia se lo ve en pastoreo.
En el último tramo, mediante varios desvíos se llega a miradores como el de la Península y los Messidor I y II, desde los cuales se tienen excelentes vistas o panorámicas. Hacia el oeste se observan los brazos Machete, Última Esperanza y Rincón, del Nahuel Huapi, con el fondo de la cordillera ya cubierta de nieve; al este, el brazo Huemul, y desde casi todos se ve el istmo, con sus bahías Brava y Mansa y, más al norte, el casco urbano que con sus luces encendidas al atardecer brinda una excelente postal.
El sendero principal de este circuito está entablonado, para evitar que la gente pise el suelo y destruya los renovales de arrayán, un árbol que se reproduce tanto por yema de vástagos originados por raíz como mediante semillas y ramas caídas, y es de lento crecimiento.
Este circuito figura como sendero peatonal, pero está habilitado también para bicicletas y cuenta con cartelería que lo convierte en autoguiado, aunque siempre es buena la compañía de un guía del lugar. Las suaves ondulaciones de la zona sur se tornan pronunciadas llegando al istmo y, en el final, hay algunas pendientes abruptas que pueden dificultar el desplazamiento de gente con movilidad reducida.- (CsM)
Gustavo Espeche ©rtiz
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Un comentario
Como siempre Gustavo….. Excelente nota y hermosas fotos…..