Cronicas del Sur

Guanajuato: Cuna de historias, culturas y de la independencia mexicana

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Comer una enchilada minera o un mocaljete puede ser una experiencia tan necesaria para conocer Guanajuato como recorrer su calle subterránea o subir en funicular al cerro San Miguel y, junto a la estatua del Pípila, contemplar la ciudad con las torres de sus iglesias emergiendo del mar de tejas y su casual diagrama que persiste desde la época colonial.

Pero también se la puede conocer desde el socavón de una mina, en el majestuoso teatro Juárez o perdiéndose por el bullicioso dédalo de calles empedradas y más de 300 callejones que zigzaguean, se entrecortan, suben y bajan, algunos con espacio para el tránsito vehicular, otros que conservan sólo el ancho para una mula con su carga y los que siempre fueron estrechos pasillos peatonales. En ciertos tramos, las vereda son casi inexistentes y la mayoría está bordeada por balcones de hierro con flores y macetas en lo alto.

EL LUGAR INNOMBRABLE

La riqueza en minerales preciosos llevó a los españoles a luchar contra los belicosos indígenas de esta región de nombre impronunciable para ellos, Quanaxhoato, hasta establecerse allí y crear una de las más grandes ciudades de la Nueva España, a la que llamaron Guanajuato.

El vocablo original de los purépechas significa “lugar de ranas”, en referencia a la forma de uno de sus cerros y también porque para estos nativos ese reptil era un animal sagrado. De esa tradición quedan numerosas esculturas de ranas de variadas formas, tamaños y antigüedad en parques, plazas y cerros de la ciudad y alrededores.

Con anécdotas, detalles, mitos o hechos trascendentes, la historia de México surge en cada rincón de esta ciudad tradicional y pujante a la vez, de unos 180 mil habitantes y capital del estado de Guanajuato, que carga con el orgullo que generaron los numerosos héroes y mártires que lo convirtieron en la “Cuna de la Independencia”.

Los nombres del cura Miguel de Hidalgo y del indio El Pípila se repiten –junto a otros- en calles y plazas del amplio centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como en los sectores modernos de la ciudad.

En la calle Mendizábal permanece la Alhondiga de Granaditas -que como su nombre en árabe lo indica fue depósito y almacén de granos; hoy Museo Regional– donde se refugiaron las fuerzas españolas al estallar la lucha independentista, tras sus inexpugnables paredes de piedra cantera local y con ventanas en lo alto, desde donde disparaban a quien se acercara al gran portón de madera maciza. Fue el indio Juan José Martínez, El Pípila, quien se ató una piedra plana a la espalda y, con ese primitivo chaleco antibalas, se arrastró con una antorcha en la mano hasta la gruesa puerta, a la que incendió para permitir la entrada de los insurgentes de Hidalgo, que obtuvieron allí su primera victoria.

Mas en la guerra por la independencia también los criollos perdieron batallas, y en una de ellas Hidalgo fue hecho prisionero. Una de las esquinas del edificio conserva su nombre en lo alto, junto al gancho en el que los españoles colgaron su cabeza, como también lo hicieron con las de otros líderes de la insurrección en el mismo edificio, que ocupa una gran manzana y aún exhibe en sus paredes los impactos de balas de entonces.

HISPANIDAD

Pero Guanajuato no vive la historia con revanchismo ni resentimientos. Los mexicanos reivindican su pasado y cultura indígena sin renunciar al acervo hispano como el idioma o la religión cristiana; después de todo, fue el sacerdote cristiano Hidalgo –luego condenado por la inquisición- quien lanzó el grito de independencia en la actual parroquia de Dolores Hidalgo -uno de sus “Pueblos Mágicos”- unos 50 kilómetros al noreste.

Así es como la estatua tamaño natural de Jorge Negrete, el charro cantor mexicano, que se ofrece al turista para una foto con su guitarra frente a su casa natal en la Plaza del Ropero, convive muy bien con el monumento al tuno, que a pocos metros en el atrio del templo de San Diego representa al surgimiento de las estudiantinas o callejoneadas en Guanajuato, en 1963, cuyo origen son las tunas de España.

Ciudad de innumerables esculturas de variados estilos y motivos, también honra el legado idiomático con el Quijote y Sancho Panza descendiendo un cerro hacia la Plaza del Teatro Cervantes.

La corona española estableció la ciudad como eje urbano para la explotación de los grandes filones de oro y plata de sus cerros, pero también llegaron jesuitas, franciscanos, filipenses, mercedarios y betlemitas, entre otras órdenes religiosas, que llevaron a Guanajuato el progreso de Europa, enseñaron la lectoescritura y desarrollaron oficios y artes desconocidos en América.

Además dejaron numerosos templos de fina arquitectura que destacan entre las edificaciones más bajas y rectangulares de los habitantes de la Nueva España. El mayor es la basílica de Nuestra Señora de Guanajuato, en pleno centro histórico, con las típicas paredes amarillas y bordes rojos de muchas iglesias mexicanas.

 Frente a ella se erige el Monumento a La Paz, una alegoría femenina con laureles en sus manos y, al pie, debajo de dos niños que simbolizan el Trabajo y la Educación, está Marte, el Dios de la Guerra, derrotado y con su espada quebrada; detrás, un cañón con una rueda rota y una paloma que alimenta a sus crías. 

La leyenda cuenta que El Pípila, que está en el cerro de enfrente con su antorcha levantada, baja durante las noches a bailar con la “Mona de la Paz”, como llaman a esa escultura del mexicano Jesús Contreras. Para su alegoría, el artista local se inspiró en la obra que Jules Dalou propuso para el triunfo de la República en París, a tal punto que ésta también tiene un seno al descubierto.

La ecléctica arquitectura de la ciudad tiene su gran expresión francesa en el Mercado Hidalgo, sobre Mendizábal y a pocos metros de la Alhóndiga, con su estructura de hierro y torre con reloj de fines del siglo XIX . Originalmente fue una plaza de toros y hoy ese mercado es El Dorado de quienes buscan materia prima para comidas típicas, especias y artesanías de uso doméstico.

GASTRONOMÍA

Tortas de queso ranchero, enchiladas mineras, pollo frito y colchón de lechuga son algunas delicias de la gastronomía de Guanajuato, que se pueden acompañar con papas y zanahorias de sus huertas o “chile que no pica”, como aseguraba el guía local Rogelio Anguiano a CsM, mesa de por medio y frente a sendos mocaljetes de carne y de pescado, en un restorán junto a la plaza Jardín de la Unión, frente al Teatro Juárez, en el corazón del casco histórico. Anguiano es una virtual enciclopedia viviente de la historia y la cultura de la ciudad, del estado y de México en general, y sus datos son siempre confiables, salvo en eso de que hay un “chile no picoso”, al menos para el paladar extranjero.

El mocaljete es un plato que mezcla verduras como cebollas y hojas de tuna (nopal, en México), con queso, chile y diversas especias en un caldo hirviente, al que se le agregan lonjas de carne vacuna, de cerdo o de pescado, y camarones. Todo se sirve en un recipiente de piedra de lava que se calienta al horno junto con la comida y mantiene el hervor para disfrutarlo lentamente sin que se enfríe.

En las ciudades de México es imposible caminar más de 50 metros sin encontrar algún puesto de comidas callejero –todos homologados por las autoridades- con variadas propuestas típicas, decenas de aderezos, condimentos y el infaltable chile. Una de las mejores gastronomías del mundo, aunque ni el café ni los dulces son el fuerte de los mexicanos, ya sea en pasteles, helados (a los que llaman “nieves”) o postres en general.

Cada octubre, la ciudad bulle en el marco del Festival Cervantino, con una veintena larga de países participantes, lo que atrae turistas de todas las latitudes que colman calles y plazas, en especial las del centro histórico. Grupos de mariachis cantan junto a las mesas de extranjeros y los vendedores callejeros se apiñan bajo los característicos laureles de la India de sus plazas, que prolijamente podados forman un grueso techo verde sobre las veredas y protegen del fuerte sol mexicano aún en otoño. La cordialidad y hospitalidad de Guanajuato alcanza su pico durante las Cervantinas.

BAJO TIERRA

Una de las particularidades de Guanajuato es que buena parte de la ciudad fue construida y reconstruida en diversos niveles, especialmente a la vera del río que atravesaba su zona céntrica, conocido antiguamente como el de las “aguas negras”, porque allí derivaban los desechos cloacales. Cuando las lluvias en los cerros eran copiosas, causaban trágicos desbordes e inundaciones –más de veinte en la historia de la ciudad- por lo que muchos habitantes ribereños tuvieron que derribar sus casas, elevar el suelo con tierra y volver a erigirlas unos metros más arriba.

La solución definitiva llegó en la década de 1960, con el entubamiento del río Guanajuato y la limpieza y emparejamiento de su lecho para trazar allí la calle subterránea Padre Miguel Hidalgo. “Esta es la ‘Venecia mexicana”, dice Anguiano, mientras junto a CsM camina bajo unos angostos y pintorescos puentes, algunos con mesas y sillas de confiterías, que efectivamente podrían recordar a la ciudad italiana si el río aún tuviera agua en su lecho. Luego, en un vehículo dispuesto por la Secretaría de Turismo de Guanajuato para el recorrido periodístico, ya en el tramo subterráneo uno se siente trasladado al pasado al circular por el primer entubamiento, con altas galerías y arcos de ladrillos y piedra cantera, montados a veces sobre la roca, con una tenue iluminación amarillenta que acrecienta esa sensación.

Se circula a velocidad moderada y en un solo sentido, en un ambiente silencioso, fresco y húmedo, en ciertas partes con efluvios de aguas estancadas que recuerdan su origen y que el río sigue corriendo justo debajo de la calle, por su segundo entubamiento. El guía aclara que todas las madrugadas la calle es aseada por equipos de limpieza municipal.

Guanajuato tiene 12 túneles de variada extensión y todos fueron hechos exclusivamente para el tránsito; no son antiguos socavones de minas, como algunos han dicho”, precisa Anguiano, y también aclara que la calle subterránea no es un túnel, aunque lo parezca.Varias rampas de salida llevan desde ese apacible subsuelo a la superficie, donde las fachadas rojizas y ocres refractan el tórrido sol del mediodía. Arriba, el tránsito es de lo más representativo de México, con hileras de coches detenidos o a paso de hombre, cada uno tratando de ganar espacio en las angostas y difíciles esquinas, y se oyen algunos impacientes bocinazos, aunque nunca tanto como en la capital del país.

Anguiano afirma que ningún turista debe dejar Guanajuato sin entrar a alguna de las minas que desde hace siglos producen oro y plata, junto a otros metales de menor valor. Así llevó a CsM a la mina Guadalupe, una construcción sobre el cerro del Mellado, que desde el mirador de El Pípila, al otro lado del pozo que es el centro de la ciudad, parecía una gran fortaleza vecina a dos altas torres. En realidad, la presunta fortaleza es el acceso a su túnel vertical, de 345 metros por nueve de diámetro, y lo que parecen torres cercanas son las chimeneas o chaljuacos, producto de la tecnología inglesa.

La mina La Valenciana, en el cerro La Esperanza, tiene un túnel de 11,5 metros de diámetro que llega a 420 de profundidad –donde se abre en galerías- que es el mayor de América latina. Esta mina, donde se halló una veta de oro y plata de 27 kilómetros por ocho metros, era la preferida del rey Carlos III, quizás porque suministraba las tres cuartas partes de toda la plata que circulaba por el mundo en la segunda mitad del Siglo XVIII.

Fue La Valenciana, ahora administrada por una cooperativa minera de más de 200 miembros -entre ellos el guía Anguiano- a la que ingresó CsM, aunque sólo hasta donde se permite al turismo, unos 60 metros de profundidad por una pendiente de escalones, donde se mantienen herramientas antiguas y otros símbolos de la actividad como muestra para los visitantes.

En las paredes del túnel, algunas finas vetas de plata parecen una franja oscura en la piedra, ademas de estratos blancos de cuarzo, en tanto el oro sólo se presenta en forma microscópica, ya que se obtiene un promedio de dos o tres gramos por cada tonelada de roca.

HACIENDAS Y ALGO MÁS

 Otro símbolo de la historia de Guanajuato son las haciendas de beneficio, donde se realizaba la separación del oro y la plata del resto de los minerales de las minas. Una de las más importantes y mejor conservadas es la Hacienda de San Gabriel de Barrera, con sus 17 jardines que representan diversos motivos o lugares del mundo, como el Oriental, el Mexicano o el Romano.

La hacienda alquila sus espacios verdes o salones para fiestas, como casamientos, cumpleaños y otros agasajos, y durante las cervantinas es sede de actividades y números artísticos.

El guía de CsM asegura que tampoco se debe dejar de visitar el legendario Callejón del Beso, uno de los más estrechos de la ciudad, cuya cercanía entre balcones permitió a los protagonistas de una trágica historia de amor imposible, Carmen y Luis, encontrarse de ventana a ventana y darse un último beso antes que el padre de ella, que se oponía a tal romance, acabara con la vida de su hija. Hoy es un lugar donde los visitantes tienen que obligadamente subir hasta el tercer peldaño –pintado de rojo- y besarse con alguien, su pareja o un desconocido, porque si no lo hacen tendrán siete años de mala suerte, y si se besan se asegurarán 15 de buenaventura.

Un paseo a vuelo de pájaro por Guanajuato puede ser tan insuficiente para recorrer la ciudad como un artículo periodístico para contarla en su totalidad. Esta urbe que demanda y merece mucho tiempo tiene otros numerosos lugares tan imperdibles como los descriptos, entre ellos la Universidad de Guanajuato, el Museo Iconográfico del Quijote, la Casa Museo Diego Rivera, el Palacio Legislativo o la Basílica Colegiata, como los más destacables.

Pero todo en la ciudad es una superposición de historias, leyendas, luchas y rezos en lenguas y sangres diferentes, desde que se llamaba Quanaxhoato hasta convertirse en el actual polo de turistas cargados de cámaras y sombrillas, donde ante cada piedra o cada sombra, con tan sólo un poco de abstracción, se puede descubrir cuánto tienen para contar.- (CsM)

Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos Reservados)

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