Cronicas del Sur

El glaciar negro del volcán Tronador

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La cima del volcán Tronador, a 3.400 metros sobre el nivel del mar (msnm) en la cordillera de los Andes, permanece cubierta de nieves de un blanco inmaculado que originan los hielos que más abajo conforman el más oscuro de los glaciares: el Río Manso, conocido como Ventisquero Negro.

Del mismo color son los bloques de hielo que flotan en el lago formado al pie de esta montaña de tres picos en la frontera entre Argentina y Chile, en la provincia de Río Negro.

Las cumbres, así como sus glaciares superiores y cornisas, sobresalen albinos entre cerros más bajos cubiertos de la profusa vegetación andino patagónica y se ven a gran distancia desde las vías de acceso al volcán, tanto terrestres como lacustre, pero es en el último kilómetro cuando surge a la vista la bruna y sorprendente formación.

 EL HIELO NEGRO

Este particular glaciar desciende del pico Argentino del volcán, que por una lejana erupción que deformó su cumbre tiene otros dos: el Chileno y el Internacional, nombres que determinan sus ubicaciones en el límite fronterizo. A diferencia de los otros nueve glaciares del Tronador, el Negro es el único que no refleja las típicas vetas azuladas sobre la superficie blanca, sino sólo las penumbras que surgen de sus grietas.

La masa oscura, comprimida entre dos paredones basálticos de unos 60 metros de altura, presenta unas placas encrestadas y sinuosas que, con un poco de imaginación, a la distancia hacen ver el lomo de un saurio gigantesco al acecho. Al margen de esa carga de fantasía, una mirada realista también puede ser engañada, ya que de lejos esa lengua puede parecer ser una colada de lava u otro mineral lítico, pero al acercarse sorprende comprobar que es esencialmente hielo.

Grandes partes desprendidas de esa gigantesca masa forman témpanos que por su color parecen enormes rocas, que flotan o -si son muy profundos- están varadas en el fondo de la laguna natural en forma de hoya  donde termina este glaciar en retroceso, que es una de las fuentes de las nacientes del río Manso.

GLACIARES EN MOVIMIENTO

Los diez glaciares del Tronador están en permanente movimiento -en términos geológicos, por lo que esa dinámica es virtualmente imperceptible para el hombre- y bajan como poderosos ríos de hielo que remedan la superficie de las laderas y forman grietas, cascadas y saltos congelados que paradójicamente parecen detenidos en el tiempo. Aproximadamente a los 2.000 msnm, estas masas gélidas cuelgan de cornisas y se las puede ver como una crema derramada en su suave caída del borde de  un recipiente.

Con el correr del tiempo, cada año ese ínfimo movimiento causa caídas de bloques de hielo de decenas de toneladas desde alturas de hasta 700 metros, que al impactar contra la ladera y deslizarse barranca abajo generan un estruendo similar a una descarga de artillería que conmueve los valles. Esos sucesos le dieron al volcán el merecido nombre de Tronador.

Estas avalanchas alimentan el glaciar Río Manso, que comprimido entre sus paredones acumula todo el detritus rocoso que se erosiona y desmenuza en la caída y es desparramado por los fuertes vientos, formando así un hielo oscuro, saturado de arena y piedras, en el que la luz no puede penetrar. La oscuridad de sus grietas, galerías y cavernas surge entonces a su superficie y la tiñe de penumbras, convirtiéndolo en un capricho único de la naturaleza.

En mayo de 2009, el Glaciar Negro demostró que no estaba tan en retroceso como su clasificación lo indica y generó un aluvión de piedras, témpanos y barro que acabó con el dique que contenía la laguna y, en una descontrolada bajada, arrastró árboles y animales rumbo al lago Mascardi, además de llevarse un puente que cruzaba el arroyo Blanco.

El movimiento, ocurrido en la madrugada del 29 de ese mes y cuyo temblor sobresaltó a los pobladores de esa zona del Parque Nacional Nahuel Huapi, generó un cambio en el paisaje al abrir un tajo en la morena que contenía el agua y de la laguna sólo quedó una depresión seca. Desde entonces, primero un hilo de agua y luego un arroyo fueron acumulando hielo y piedras hasta formar otro dique que generó la actual laguna, aunque algo más abajo que la anterior.

Meses después fue reconstruido el puente por el que se accede a Pampa Linda, lo que permitió llegar nuevamente a las pasarelas para observar la majestuosidad negra del glaciar. No obstante, el guía del lugar Sebastián de la Cruz, experto en cabalgatas y trekking, comentó oportunamente a CsM que el alud fue causado por una sobreacumulación de agua luego de intensas lluvias, “así que si vuelve a llover mucho y los témpanos presionan la morena, podemos tener otro alud, eso es como una espada de Damocles que tenemos”, advirtió.

ACCESOS

La base de partida hacia el Ventisquero Negro es el valle de Pampa Linda, donde hay un puesto de guardaparques. Es el punto de donde salen quienes escalan los picos del Tronador y puntos intermedios, realizan caminatas sobre el glaciar o descienden a sus oscuras y heladas entrañas, además de los que se dedican al senderismo o paseos en bicicleta o a caballo por las arboladas laderas.

Todo el valle se encuentra enmarcado por los bosques nativos, en los que destacan las lengas y los cohíues por encima de la espesa vegetación del sotobosque, y cuyos estrechos y sinuosos caminos de acceso vehicular tienen estrictos horarios definidos para ascender y para descender.

 

La mayoría de los  turistas llega al ventisquero desde San Carlos de Bariloche, por la Ruta 258, que en su primera parte asfaltada y en muy buen estado permite un viaje relajado, con la constante vista al lago Gutiérrez a la derecha, en un paisaje dominando por el Cerro Catedral.

Al llegar al Lago Mascardi se debe pasar por el puesto del guardaparques para pagar la entrada al Parque Nacional Nahuel Huapi. Desde allí se continúa por un camino de ripio –que en realidad es la Ruta Provincial 82- que en el marco de los horarios de subida y bajada se debe transitar en un solo sentido: desde la mañana y hasta poco después del mediodía hacia el Cerro Tronador; luego, a la inversa.

Antes de cruzar el puente sobre el río Manso, hay una bifurcación, también de ripio, que es la Ruta 81, por la que se puede hacer una excursión a la Cascada de los Alerces, un salto de agua de ese río de una veintena de metros de altura en medio de un bosque con predominio de los árboles que le dan el nombre, que forma una hoya de aguas cristalinas en la base. Desde la parte alta de la cascada, se tiene una vista panorámica del lago Mascardi, la laguna de Los Moscos y el cercano cámping Los Rápidos, junto a la ruta.

También existe la posibilidad de llegar mediante una navegación de casi una hora por el Mascardi, donde desde lejos se pueden ver los tres picos nevados, que se reflejan en el espejo de agua. Se desembarca en Pampa Linda, donde hay dos campings, una hostería y un puesto de comidas.

El ventisquero dista ocho kilómetros del valle de Pampa Linda, un tramo que se puede recorrer en vehículo o a caballo, aunque los mil metros finales hasta las pasarelas sólo se pueden transitar a pie. Ante el constante retroceso del glaciar, cuando se reconstruyeron las pasarelas, fueron ubicadas aún más cerca de su lengua negra, brillante y, sobre todo, única. – (CsM)

Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos reservados)

 

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Un comentario

  1. Hola Gustavo hermoso todo también me sirve de aprendizaje y conocimiento

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