El Proyecto Yacaré, una iniciativa que comenzó en 1990 en la provincia de Santa Fe, logró sacar al yacaré overo de la lista de animales en riesgo de extinción y se convirtió en un referente mundial en la conservación de la especie. De la decena de nidos que se cosechaban por año al principio, se llegó a superar los 500 y criar unos 18 mil animales por año, según datos del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), que participa en este programa.
La experiencia se realiza en la Granja La Esmeralda, un predio arbolado de 13 hectáreas de la capital provincial, que también cuenta con un sector turístico pero es un centro de rescate de animales silvestres autóctonos y ámbito de numerosos programas de conservación ex situ. El establecimiento pertenece a los ministerios del Medio Ambiente y de Producción de la provincia, que mediante un convenio le ceden las instalaciones al Conicet.
Allí, investigadores y becarios de esta entidad nacional participan del Proyecto Yacaré, un programa de desarrollo sustentable creado por el veterinario Alejandro Larriera hace 28 años, mediante el cual se logró sacar de la lista de animales en peligro de extinción al yacaré overo.
Gracias a esta iniciativa, hubo aumentos significativos en las poblaciones silvestres de la especie, lo que se comprueba en la cantidad de nidos hallados en los ambientes naturales: durante los primeros años, las cosechas no superaban la decena de nidos y actualmente suman más de 500 por año. Eso trae aparejado tener en incubación unos 15 mil huevos y un plantel en crianza de aproximadamente 18 mil animales por año.
MÉTODO
El Programa utiliza la técnica de “rancheo”, que es un método que busca desarrollar y promover el equilibrio entre el aprovechamiento de las especies y su conservación a largo plazo. Una parte fundamental del éxito son los pobladores locales, quienes se dedican a la identificación de los nidos y a la recolección de huevos.
Según Pablo Siroski, doctor en Ciencias Veterinarias e investigador adjunto del Conicet, quien se desempeña en el Proyecto Yacaré hace más de 25 años, “este sistema permite valorar los ecosistemas naturales, contribuyendo a la generación de empleo y concientización de los pobladores en pos de proteger la especie y desalentar la caza furtiva«.
Después de colectar los huevos, los colocan en bateas especiales con vermiculita -mineral que se usa como aislante térmico y absorbente- y material del nido. La doctora en biología Virginia Parachú Marcó, también del Conicet, explicó: “Los ubicamos en incubadoras artificiales que tienen la temperatura y la humedad necesarias para su desarrollo embrionario, hacemos un seguimiento durante los meses que dura su incubación y cuando están listos para nacer, los asistimos«.
«Inmediatamente –siguió-, los marcamos individualmente, con combinaciones de cortes en los verticilos caudales, para las diferentes tareas de investigación y liberación, como también para evaluar la trazabilidad de aquéllos destinados a la cría comercial”. De esa manera, se evita la mortalidad que tienen durante su desarrollo embrionario y sus primeros estadíos de vida, en especial por bajas temperaturas y a causa de sus predadores naturales.
A los diez meses de edad, se los libera en los mismos lugares donde se cosecharon los huevos, que provinieron de nidos georeferenciados. Siroski precisó que “durante los programas de recaptura que llevamos adelante en los ambientes silvestres, se realizan seguimientos de las hembras con comportamientos reproductivos para evaluar la cantidad de animales liberados por el Proyecto Yacaré que se están reproduciendo”.
REFERENTE MUNDIAL
El Proyecto Yacaré se convirtió en un referente a nivel mundial debido a que es uno de los pocos programas sobre las diferentes especies de crocodilianos que alcanzó resultados tan concretos, por lo que fue tomado como base para la implementación de programas en otras provincias. Es además un ejemplo de manejo de fauna en Argentina, reconocido en ámbitos de nacionales e internacionales de conservación.
El grupo interdisciplinario involucrado en el proyecto está conformado, entre otros, por especialistas en biodiversidad, biólogos, veterinarios, bioquímicos y biotecnólogos, quienes trabajan en líneas de investigación referentes a la inmunología, endocrinología, reproducción, impacto de los agrotóxicos sobre los sistemas del animal y su crecimiento bajo dietas. También estudian sus líneas genómicas, proteómicas y transcriptómicas; los comportamientos en el territorio; técnicas de crianza y zootecnia más eficientes, y efectos del cambio climático sobre la biología y la ecología de los reptiles, entre otras.
Las investigaciones se realizan en el Laboratorio de Ecología Molecular Aplicada del Instituto de Ciencias Veterinarias (Icivet) del Litoral, que está dentro del predio de “La Esmeralda”. Para los estudios que requieren cierta complejidad, se utilizan las instalaciones del Icivet en la ciudad santafesina de Esperanza.
Parachú Marcó también investiga el efecto de los agrotóxicos sobre sistemas endocrinos de los yacarés y Pablo Siroski estudia, desde hace más de diez años, el sistema inmune de esta especie, ya que asegura que “tienen un sistema inmunológico muy eficiente, que les permite resistir muchas enfermedades en ambientes con alta cantidad de patógenos”.
Como parte de la divulgación y concientización, que es otro de los ejes del programa, hace cuatro años la granja abrió sus puertas a la comunidad durante la época de los nacimientos. «Esto les permite a las personas participar de situaciones poco habituales para la mayor parte de la sociedad, y reforzar el valor conservacionista del programa”, afirmó Siroski.- (CSM)