Cronicas del Sur

Tastil, un tesoro arqueológico en las alturas de Salta

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Como un tesoro escondido en las alturas, las anchas paredes construidas con miles de piedras permanecen erguidas, como pircas, y forman un plano laberíntico que comienza en la cima del cerro, baja interminable por la ladera norte y ocupa todo el valle junto a Santa Rosa de Tastil, en la entrada a la puna salteña. Los restos de la antigua ciudadela tienen hasta mil años y constituyen “el mejor exponente preincaico del país”, según el arqueólogo Christian Vitry, quien acompañó a CsM en un recorrido por este sitio arqueológico.

El sol del mediodía refracta sobre las rocas peladas, encandila y pesa sobre el cuerpo desde uno de los cielos más diáfanos del país, por lo que todo el año hay que cubrirse cabeza y brazos para evitar quemaduras e insolaciones. A más de 3.200 metros sobre el nivel del mar (msnm) y con la sequedad de la puna también el viento puede quemar o curtir hasta cuartear la piel del recién llegado de zonas bajas y húmedas, aún durante una breve visita de turista.

En ese ambiente, hostil pero también muy saludable, en unas 17 hectáreas se hallaron 114 viviendas que albergaron a unas tres mil personas entre el 1000 y el 1400, quienes cultivaban los alrededores y cazaban entre las montañas, y allí quedan restos de su alfarería y otras obras.

«Éste es el sitio de mayor concentración de pinturas rupestres del país, con unos ocho mil bloques de piedra con trabajos de ese tipo«, afirmó Vitry. Tener de guía a este arqueólogo fue un plus importante para CsM, ya que es además director en Salta del Programa Qhapaq Ñan, o Camino del Inca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y en el cual se encuentra este sitio arqueológico devenido en atractivo turístico.

Las casas eran de paredes bajas de piedras apiladas y trabadas, sin argamasa pero con la suficiente solidez para que se sostuvieran un milenio, y techos de paja y cardón, a las que debían entrar agachados, aunque adentro había más altura debido a que los pisos estaban bajo el nivel de la puerta de entrada. Eran recintos de diversos tamaño –para grupos familiares o para huéspedes-, algunos de un solo cuerpo y otros de varios y con patios, separados por pasillos sobreelevados que obraban de calles comunales, sinuosas y con una distribución concéntrica en torno a lo que era la plaza central.

El arqueólogo destacó que, a diferencia de la mayoría de otros sitios arqueológicos, “en Tastil no hay partes reconstruidas, sino reconstituidas”, es decir que no se incorporaron materiales ajenos a los utilizados en su edificación original. También resaltó que en los enterratorios familiares las tumbas eran iguales para todos, lo que hace pensar que existían criterios de igualdad social, “salvo para el cacique, ya que su tumba estaba junto a la plaza y el cuerpo era enterrado acompañado de ajuar”.

HISTORIA

La quietud de esas alturas, en las que sólo se oye el silbar del viento, tuvo la dinámica de una sociedad organizada, con actividades diversas y una vida cotidiana que hasta contemplaba el destino para sus muertos. Allí vivieron hasta que llegaron los invasores incas, que los sometieron, los expulsaron de su ciudad y los obligaron a trabajar para el imperio del Cuzco.

Aquí vivían unas 3.000 personas, pero los incas desarticularon el lugar y los trasladaron a zonas de producción, en la actual Quebrada del Toro, porque no les interesaba la población sino la gente para el trabajo”, explicó Vitry. El arqueólogo precisó que los pobladores esclavizados “eran diaguitas atacameños, que hablaban lenguas kakán y kunza” y habitaban ese lugar estratégico de transición entre el altiplano y los valles más ricos y poblados, como los Valles Calchaquíes.

Los invasores atravesaron Tastil con esa gran obra que fue el Sistema Vial Andino (Camino del Inca o Qhapaq Ñam), un enramado que vinculaba todos los dominios del imperio con la administración central en el Cuzco. Debido a que no conocían la rueda, el Camino del Inca no iba por los valles –como las primitivas rutas de Europa- sino por las crestas y cimas de las montañas, donde sí podían circular las llamas cargadas con los “comodities” de los pueblos conquistados y de los cuales se apropiaba el imperio: metales, piedras preciosas, granos, manufacturas primarias y alimentos.

Entre los años 1000 y 1400 hubo un gran desarrollo regional de grupos que crecieron en esta zona de la Quebrada de las Cuevas o de Tastil, donde compartían entre sí la producción y ejercían el intercambio, a veces no sin conflictos entre ellos”, señaló Vitry, y puntualizó que “los incas no hubieran podido hacer todo lo que hicieron sin la preexistencia de estas poblaciones”.

PUESTA EN VALOR

Tras la conquista del Cuzco por los españoles, el lugar quedó deshabitado y fue ignorado por unos cuatro siglos, debido a que su ubicación tan estratégica no permitía que fuese avistado desde el valle o la actual Ruta Nacional 51. En 1903 fue descubierto por el arqueólogo sueco Eric Boman, que residía en Catamarca; en diciembre de 1997 lo declararon Monumento Histórico Nacional y, en 2014 subió aún más su valor cuando la Unesco declaró Patrimonio Mundial al Camino del Inca, cuya ruta principal incluye Tastil.

Vitry aclaró que el Programa Qhapaq Ñan Salta “tiene por objetivo la conservación y cuidado del sitio arqueológico; el turismo es un efecto secundario”. Quizás por eso los turistas sólo pueden visitar la mitad de sus 17 hectáreas. Durante el recorrido, que requiere al menos un par de horas, se pueden hallar en el suelo algunos restos de piezas de alfarería, puntas de flechas y raspadores, que se pueden tocar pero no llevar.

Al bajar al pueblo, en su único edificio moderno, el Museo de Sitio Tastil, se pueden ver ordenadas y catalogadas muchas de estas piezas y objetos completos, como indumentaria, pelucas, peines, puntas de flecha, tinajas, urnas, metales trabajados y petroglifos.

EL PUEBLO

Santa Rosa de Tastil se encuentra a unos 100 kilómetros de la ciudad de Salta y a la vera de la ruta nacional 51, que conecta esa capital con la emblemática localidad puneña de San Antonio de los Cobres, centro de la tradicional Fiesta de la Pachamama, a 3.700 msnm. Esta ruta acompaña en casi todo su recorrido al Tren a las Nubes (I) y, justamente a la altura de Tastil las vías están distantes del camino.

Si se va desde Salta, después de unos pronunciados caracoles que elevan la ruta varios cientos de metros en una corta distancia, a una altitud en la que comienzan a escasear los cardones, sigue un suave descenso hacia la Quebrada de Tastil y aparece el caserío, como recostado sobre los cerros a la izquierda del camino. La escasa policromía del lugar se ve alterada por el colorido de su feria artesanal, en la vereda de la calle principal y única de Santa Rosa de Tastil, donde se venden productos típicos locales y llegados de Bolivia.

Casi al final de la calle resalta la capilla de Santa Rosa de Lima, patrona del lugar, con sus paredes laterales rosas, sus dos torres bajas y el frente dibujado como si fuera de bloques de piedra a la vista. Otro lugar recomendable para visitar en Tastil, un kilómetro más adelante, es el típico cementerio andino, bordeado en rectángulo por pircas, con cruces rudimentarias adornadas con flores de plástico o tela, sobre la ladera del cerro y junto a la subida hacia el sitio arqueológico.

 

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Desde que en 2015 el regreso de la excursión del Tren a las Nubes comenzó a hacerse por ruta, Tastil se convirtió en punto de parada para los pasajeros que iban en ferrocarril y volvían en bus hacia la ciudad de Salta. A partir del invierno de 2016, en que el trayecto del emblemático tren será reducido al tramo entre San Antonio de los Cobres y el viaducto La Polvorilla (II), también la ida para abordarlo se hará por ruta desde Salta, lo que incrementará las visitas al pueblo de Tastil, aunque los tours organizados en bus por la empresa ferroviaria no contemplan una visita a los restos arqueológicos.

Pero quienes nunca quieren perderse un paseo por el sitio son los que viajan en forma particular -y disponen de su tiempo a voluntad- a San Antonio de los Cobres, a La Polvorilla o rumbo a algún destino de la puna de Jujuy, como la Salinas Grandes, a donde se llegar tras combinar con la mítica Ruta 40.- (CsM)

Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos reservados)

(I) Ver en este portal el artículo «Tren a las Nubes: Un viaje por paisajes, sensaciones y el tiempo«, del 09-12-15:  cronicasdelsur.des/tren-a-las-nubes/

(II) Ver en este portal el artículo «El Tren a las Nubes reducido en 2016«, del 12-04-16:   cronicasdelsur.des/tren-las-nubes-reducido/

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