Cronicas del Sur

Paseos al límite con raquetas y por la nieve, en la Patagonia andina

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La nevada arreciaba sobre lengas y ñires, que inclinaban sus ramas bajo el peso de los copos acumulados; todo era blanco y sólo una angosta franja oscura marcaba una huella sobre la ruta 231, por la cual los vehículos avanzaban lentamente de Neuquén hacia Chile, con cadenas en las ruedas. Nadie querría abandonar las cabinas calefaccionadas, pero después de pasar Migraciones dos combis se detuvieron en la «tierra de nadie» y un grupo se apeó, se calzó raquetas y pronto se alejó hacia los prados hasta perderse en un bosquecillo apenas visible en ese mundo níveo.

Quienes seguían por la ruta miraban esa mancha oscura en que se había convertido el grupo, que como una patrulla perdida se alejaba de la ruta bajo la nevada y quizás especulaban con estar ante algún cruce irregular de la frontera o entrenamiento de grupos especiales. Eran sólo turistas entusiastas del trekking con raquetas, que habían partido de Villa La Angostura, un centro invernal -a 37 kilómetros del paso internacional Cardenal Samoré- donde esta actividad tiene una creciente demanda.

EN EL LÍMITE

El grupo, del que participó CsM, era liderado por Fabián Fasce, un reconocido guía de montaña local que a pocos metros del cartel que da la bienvenida a Chile organizó la distribución de raquetas y bastones, dio las instrucciones a los debutantes y encabezó la fila india que comenzó a subir el cerro Mirador.

Fabián Fasce

La experiencia se realizó en una franja limítrofe entre las aduanas argentina y chilena que se convirtió en  uno de los lugares ideales para este tipo de senderismo en la zona.

Fasce explicó que la extensión y duración de los paseos depende del ánimo de los participantes y las condiciones climáticas,  que determina la dificultad de la caminata, que comienza en subida a través de un bosque lengas. En esta oportunidad, presentó las dificultades que generaba la persistente nevada, que arreciaba y amainaba de a ratos, con copos de diverso tamaño, que a veces se convertían en un fino granizo, y algunas ráfagas de viento. El piso de nieve era muy blando y profundo y si alguien se quitaba las raquetas se hundía hasta la cintura.

Esas condiciones impidieron disfrutar del espectáculo visual de los días despejados, cuando se distinguen las praderas arboladas y el blanco del suelo contrasta con el verde de las hojas y el azul del cielo, que se recorta sobre los volcanes chilenos Puyehue, Casa Blanca, Osorno y Puntiagudo, invisibles en esta oportunidad. Pero el placer de este paseo estuvo precisamente en el toque de aventura, el desafío de avanzar, pese a las inclemencias climáticas, por un paisaje nevado también singularmente bello.

El guía comentó que se trata de una actividad “segura, de escaso riesgo y que la pueden practicar desde niños -acompañados de adultos- hasta personas bien mayores, como un señor de 80 años que completó el recorrido sin problemas, esta semana”, y añadió que “todo depende de la condición física y la cabeza de cada uno”.
Debido a que se atraviesa la línea de ingreso a Chile, un requisito indispensable es contar con documentación que permita cruzar la frontera.

Fasce vive en La Angostura, maneja la agencia de excursiones Nómades de la Montaña y es habitualmente requerido para asesoramiento en cuestiones de seguridad, especialmente durante la organización de competencias y travesías montañesas, que son cada vez más frecuentes desde la villa. También participó en operaciones de emergencia y rescates encabezados por personal de Parques Nacionales.

LA EXCURSIÓN

Al iniciar la marcha, una indicación importante del guía fue que la columna siguiera sus huellas y todos evitaran abrirse de esa línea,  ya que con cada pisada la nieve tomaba mayor consistencia y facilitaba el caminar; otra, nunca retroceder, porque el diseño de las raquetas las acondicionaba para caminar sólo hacia adelante.

Al llegar a una cresta del cerro, se detuvo unos metros antes del borde y explicó que si alguien avanzaba más allá de ese punto –que a primera vista no parecía diferente a cualquier otro en derredor- correría serio riesgo, ya que ahí empezaba una cornisa de nieve que no soportaría el peso de una persona y cualquiera se desbarrancaría. Como ejemplo, señaló formaciones similares a la distancia, que vistas desde abajo mostraban la frágil e inestable visera que formaba la nieve en sus bordes, sobre barrancos de varios metros de altura.

“La nieve es blanda y suave, pero un metro cuadrado puede pesar unos 600 kilos, por eso siempre hay que mantenerse arriba de ella”, comentó Fasce con humor.

Hubo una parada de descanso y relax en otro pequeño bosque, durante una pausa de la nevada, donde los turistas se tomaron fotos y jugaron con la nieve, y luego comenzó el último tramo hasta la parte más alta del Mirador. En ese lugar, en honor al nombre de la montaña, en los días despejados se tienen unas buenas panorámicas de cerros más bajos, bosques y volcanes, lo que en esta oportunidad fue reemplazado con la vista de un arroyo semicongelado al fondo de un barranco y la inmensidad blanca que cubría todo el derredor bajo el cielo encapotado.

RETORNO

Desde allí, tras otra pausa comenzó un suave descenso. Casi nadie advirtió que dos de los tres ayudantes de Fasce habían quedado en el último bosquecillo, y al volver al lugar éstos habían excavado, apilado y modelado la nieve hasta armar un par de mesas y asientos en bloques. De un hueco protegido por ramas a pocos metros surgía un vapor con un delicioso aroma a especias.

El cocinero del equipo tenía listo el almuerzo: guiso de lentejas, con panceta, ternera, chorizo colorado y papas, acompañado de gaseosas, agua o vino tinto, un crocante pan tipo francés y chocolates para el postre.

Tras recuperar energías y temperatura con el almuerzo, algunos parecían tener ganas de quedarse a vivir en ese descanso, pero la mayoría se divirtió con la práctica de
“culipatín” en una pendiente que forma un tobogán natural de una decena de metros, en la que sólo hubo que alisar la nieve previamente con las tablas y luego asentarla con las primeras bajadas. Mientras algunos se deslizaban con agilidad y otros tropezaban o rodaban casi todo el tiempo, la nevada se hizo más fuerte y los copos precipitaban casi horizontales por el viento hasta reducir la visibilidad a unos pocos metros.

Fasce armó dos grupos con sus ayudantes para el último tramo, que se concretó ya bajo un temporal en el que era imposible divisar siquiera los colores de las ropas, que servían para identificar a los conocidos. El manto blanco en el suelo era más alto que a la ida y a veces los bastones se hundían hasta hacer perder el equilibrio, pero la caminata en descenso fue menos cansadora.

Pronto, el grupo llegó al bosquecillo donde comenzó la excursión y a la ruta internacional, donde esperaban las combis y termos con bebidas calientes. Dentro de los vehículos se derritió la nieve acumulada especialmente en hombros, mochilas y gorros, empapando el piso.

El regreso hasta “la civilización” fue tranquilo en una combi a cargo de Fernando Ávila, otro experto en la nieve y la montaña, aunque en el rubro de transporte de turistas en la región, mediante su flota de variados vehículos. El viaje hacia Villa La Angostura sólo se interrumpió en el puesto de Migraciones, 20 kilómetros antes, para realizar los trámites de reingreso a Argentina.- (CsM)

Por Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos reservados)

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