Cronicas del Sur

La Cuesta del Portezuelo, tal como el poema que la hizo famosa

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Las bellezas del Valle de Catamarca que ofrece la Cuesta del Portezuelo son imponentes y sencillas a la vez: una inmensidad sostenida y encerrada como entre dos manos, hasta el horizonte, por los cordones de Ancasti y Ambato, con distintos tonos de verde, pueblitos desperdigados en la llanura y el camino largo que se pierde en lontananza, como lo describe con increíble síntesis y precisión el poema hecho zamba “Paisajes de Catamarca” (I).

No es mucho lo que se puede agregar de la vista que se tiene desde la altura, pero es bueno dedicar unas líneas para describir un paseo por ese camino corto pero empinado como pocos, que trepa caracoleando entre el bosque de la ladera y es la tribuna desde la cual Polo Giménez se inspiró para su obra.

La Cuesta del Portezuelo es el lugar más visitado por los turistas que llegan a la capital catamarqueña, tanto por la fama que le dio el poema, especialmente luego que lo cantaran Los Chalchaleros -a tal punto que algunos creen que es de su autoría- como por las postales que regala su recorrido.

El camino que llega al pie del cordón del Ancasti, desde donde se accede a la cuesta, es la Ruta Nacional 38, que sale de San Fernando del Valle con el nombre de avenida Presidente Castillo, a unos 600 metros sobre el nivel del mar (msnm). Al cruzar el río Del Valle, en el sector de Tres Puentes, entra al departamento Valle Viejo y desde allí recorre una zona llana, urbanizada primero y luego con sembradíos hasta conectar con la Villa del Portezuelo.

Desde la villa, también descripta en su aspecto y vida cotidiana por el mismo poema, hace una curva pronunciada hacia el norte para perderse rumbo a Tucumán. En esa curva conecta con la ruta provincial 2 que continúa hacia el este, ya convertida en cuesta que con un sinuoso ascenso por la falda llega el Portezuelo.

LA SUBIDA

En algunos caracoles el camino se ensancha y por unos metros sus dos carriles se separan en torno a algún viejo algarrobo o palo borracho que quedó en el centro de la calzada. Uno de estos gruesos árboles tiene un hueco en el tronco que obra de gruta y alberga un altar a la Virgen del Valle, de la cual todos parecen ser devotos en San Fernando del Valle, la ciudad donde más se la venera. 

El primer descanso y punto panorámico es en El Mirador, a mitad de la subida, tras superar los 1.100 msnm, luego de ascender más de 500 metros desde la base. En el medio de la explanada hay tres delgados palos borrachos y junto a la blanca muralla de contención donde los paseantes locales dejan sus bicicletas y motos, muchos turistas buscan un lugar en el cual posar para la foto con el telón del valle y el lejano cordón de Ambato a sus espaldas.

Sobre esa muralla también colocan sus productos artesanales vecinos de la zona, que venden dulces, mermeladas, aceitunas, aceite de oliva, vino patero y alfajores, entre otras exquisiteces regionales, curiosamente la mayoría sin protección alguna del fuerte sol de montaña que puede alterar su calidad después de algunos días de exposición. Apenas reiniciada la subida, sobre la derecha hay dos grandes relieves en metal del autor de Paisajes de Catamarca y de  Atuto Mercau Soria, quien le puso música al poema, cuyos versos están escritos entre ambos.

La cuesta, que semeja una serie de herraduras clavadas al cerro, fue construida en 1939 como una de las conexiones de San Fernando del Valle con Santiago del Estero, ya que más arriba empalma con la ruta provincial 11 que lleva a la provincia vecina.

Por ese motivo tiene una importante circulación vehicular, además de ciclistas que pasean o entrenan en un duro ascenso, para luego descansar aunque no relajarse en vertiginosos descensos que deben ser cuidadosamente controlados.

Por el mismo camino también bajan a pie miles de peregrinos todos los fines de noviembre, algunos cargando cruces o imágenes santas, para participar de la anual fiesta de la Virgen del Valle, que se celebra cada 8 de diciembre en la capital catamarqueña.

LA CIMA

En los últimos 500 metros de ascenso, que representan un recorrido de algo más de 3 kilómetros, la vegetación se hace más espesa, con helechos y enredaderas en el sotobosque, y frondosos molles de hojas frescas, entre la que emergen centenarios cardones con gruesos brazos que se estiran hacia el cielo. Las rectas son más cortas y las curvas más frecuentes, por lo que dentro de los vehículos los pasajeros repiten un suave bamboleo como en una coreografía a causa de esta sinuosidad.

En la cima de la cuesta hay un restorán y hospedaje con pequeñas cabañas del complejo Hostería Cuesta del Portezuelo, que cuenta con unos balcones en mirador, con piso y baranda de madera sobre el precipicio, desde donde el paisaje se repite, aunque con un mayor campo visual y todo allá abajo parece más pequeño que antes. Desde allí se ven varios tramos en «S» de la cuesta y también los detalles que describe el poema-zamba, entre ellos claramente dibujado el “camino largo que baja y se pierde”: la ruta 38 rumbo al norte.

Estos balcones son además un lugar ideal para el avistaje de cóndores, casi imperceptibles desde el pie del cerro, pero que en la altura planean muy cerca de los turistas y a veces flotan inmóviles durante unos segundos sostenidos por las corrientes de aire, como posando para las fotos con el fondo de montañas y nubes.

*En los días despejados el sol y el aire seco pueden curtir rápidamente la piel de los recién llegados, especialmente de quienes permanecen largo rato en los balcones para observar en vuelo a la mayor de las aves continentales o quedan embelesados por la serena belleza del paisaje.

En la temporada húmeda, del bosque sube una espesa niebla y se forman algunas nubes que brindan un componente extra al paisaje, al quedar debajo del mirador, que está a 1.680 metros sobre el nivel del mar, cerca de un kilómetro más arriba de la base.

Para sorpresa de quienes suben por primera vez, desde la cumbre del Portezuelo no sale un camino de descenso por el lado opuesto a la Cuesta, como ocurre con la mayoría de las montañas, sino que desde allí surge una planicie por la que corre la ruta 11. El terreno se mantiene llano en la altura cual meseta y comienza un suave descenso varios kilómetros más adelante, por lo que el valle es  entonces una gigantesca depresión del terreno, dentro de la gran grieta que separa los cordones Ancasti y Ambato.

Cuando las condiciones del clima lo permiten, desde las cornisas que bordean la hostería de la cima es posible lanzarse en parapente, con instructores, y descender en el valle luego de compartir unos momentos el vuelo con los cóndores.- (CsM)

Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos Reservados)
*
(I) Canción «Paisajes de Catamarca«, por Los Chalchaleros:  
https://www.youtube.com/watch?v=QWrG_ACVvQU
Vídeo subido a  Youtube por Gustavo Plaza, con algunas  imágenes de su propiedad.
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